EL APRENDIZAJE
DE LA DISTENSIÓN
Joaquín
Benito Vallejo
Madrid
2003
(Foto extraída de los cursos de Formación en Técnicas corporales...)
Una de las leyes fundamentales del movimiento, consiste en establecer dentro del juego muscular, una alternancia equilibrada entre la fase de tensión y la de distensión, la contracción y la relajación, el impulso y la inercia. Ambas fases son necesarias para desarrollar la actividad. Se necesitan la una de la otra. Son complementarias. De su acción conjunta y alternada nace el equilibrio corporal.
Dicho principio rige también, el funcionamiento de los
distintos órganos del cuerpo como el corazón, -sístole y diástole-, los pulmones -inspiración - espiración-, y las células en
general, -el movimiento básico de la ameba es contraer y distender -, y se puede encontrar en todos lo órdenes de la naturaleza, bajo las
leyes de la atracción y la repulsión.
Esta ley natural, unida al conjunto de
reglas que determinan el movimiento correcto, natural, propicia la economía de
la energía, con la que se produce el menor desgaste del organismo, la menor
fatiga y, por lo tanto, su máxima
duración, eficacia y vitalidad.
El
desgaste prematuro adelanta el envejecimiento, no sólo del aparato locomotor
–huesos, músculos y articulaciones-, sino del conjunto de los órganos y sus
funciones, puesto que existe una interrelación y unidad funcional en todos los
organismos.
Establecer
la alternancia entre tensión y distensión dentro del movimiento, supone permitir su funcionamiento natural, aprender así a
relajar el grupo de músculos activados en cada acción y movimiento, significa
incorporar la relajación consciente dentro del ejercicio corporal. Con ello no
necesitaremos sesiones especiales de relajación para descargar y aliviar la
tensión que nos acompaña diariamente. La relajación debe formar parte de la
vida diaria, del movimiento, solamente hay que aprender a restablecer ese
principio vital.
Este aprendizaje, no nos engañemos, puede no ser fácil, no
existe nada que no exija una disciplina, una práctica continuada, conceder una
atención a nuestro cuerpo de la que carece, sentir y percibir sus estados, sus reacciones y sus manifestaciones.
Puede
no ser fácil porque no estamos acostumbrados a percibir nuestro cuerpo, le
desconocemos, y las tensiones pueden estar muy escondidas o camufladas.
Pero
tampoco es imposible para nadie, si así lo queremos y le prestamos la
dedicación necesaria. El aprendizaje de la distensión necesita enseñarnos a
sentir, percibir y tomar consciencia de la rigidez, dureza o consistencia
muscular; cómo y cuándo aparece, crece, permanece...; llegar a controlar esa
tensión, no que nos domine ella a nosotros y llegar a aprender a soltarla,
aflojar los músculos, ablandarlos, desbloquearlos. Una vez que la hayamos aprendido se convertirá en una
actitud personal y no será necesario estar pendientes de ella.
Aunque
para establecer el principio de tensión – distensión, no solo en las clases de
movimiento, que es por donde hay que empezar, sino, además, en la vida cotidiana, laboral, hay que cambiar la forma de trabajar, la
forma de vivir y la forma de pensar.
Dicho
principio, significa en el movimiento, una fase en la que los músculos se
contraen –o se estiran-, seguida de otra en la que los músculos vuelven a su
consistencia y forma original, aflojándose, descansando de la acción anterior y
recuperándose.
Es lo que ocurre con el músculo cardíaco, la sístole es la contracción, mientras que la diástole es la distensión. El tiempo que dura la fase de relajación es 50 veces mayor que la duración de la contracción. De esta manera no solo se favorece el descanso muscular sino también su elasticidad, su capacidad y su vitalidad.
En las gimnasias habituales, ni se tiene en cuenta ni se practica este principio, con lo que se sobrecarga y esfuerza todo el organismo hasta la extenuación, además de romper el equilibrio muscular y reducir la flexibilidad. En la vida laboral y cotidiana ocurre lo mismo.
Estamos educados y acostumbrados a trabajar durante
muchas horas sin descanso. Fuera del trabajo todo lo hacemos también
contrarreloj. Incluso el ocio o las actividades y aficiones, hechas por
elección y gusto propios, las llevamos a cabo en gran número de casos,
competitivamente, sin disfrutar de ellas, como un alimento que tragamos sin
saborear, compulsivamente. Las tomamos como una competición, como una
demostración de fuerza, resistencia y poder, ante las cuales no nos tenemos que
rendir.
Es imposible mantener equilibrado y relajado el cuerpo
durante una jornada ininterrumpida de trabajo de 8 o más horas, aunque los
trabajos actuales no requieran el empleo de mucha fuerza y sean más bien
sedentarios.
El mantenimiento de una postura, sentados o de pie, durante varias
horas, desequilibra el conjunto del cuerpo, sobrecargando unas zonas y dejando
otras inactivas, aunque se intente mantener la postura correcta, porque el
cuerpo no está hecho tampoco para mantenerse inmóvil, sino para moverse.
La
alternancia entre tensión – distensión significa, en estos casos, la
alternancia de actividad y/o de postura para que el trabajo de los grupos
musculares se combine de modo que no estén durante largo tiempo haciendo lo
mismo, permaneciendo unos contraídos y forzados, otros lasos e inutilizados.
El equilibrio corporal, que supone mantener siempre la
energía adecuada necesaria en cada situación o acción, supondría, a grosso
modo, alternar actividades sentadas con
otras erguidas, paseando, etc.
Otro tipo de alternancia sería, combinar actividades físicas con intelectuales, mentales con sensoriales, actividades de expresión y comunicación con otras de recogimiento interior, actividades útiles o productivas con otras de distracción y disfrute. En estos aspectos radica el cambio de forma de pensar y de vivir.
Generalmente nos encontramos demasiado agobiados por las
exigencias personales, laborales y sociales, ello provoca que el cuerpo –y la
mente-, se encuentren habitualmente con una tensión excesiva y desarrollemos
las actividades sin saber distendernos.
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