miércoles, 16 de junio de 2021

Los tres cerebros y la personalidad

 

Los tres cerebros y la personalidad

 

El mismo autor de la teoría de los tres cerebros, McLean, expuso la hipótesis, de que algunos humanos se comportan según los cerebros primitivos reptiliano y límbico. Esto no significa que son seres retrasados cerebralmente. Si,  efectivamente, responden con similitudes reptilianas o límbicas, es porque han estado sometidos a la pobreza educativa y cultural, que desemboca en  la ignorancia y la carencia de realización superior.

Los primeros cerebros se ocupan fundamentalmente de que el estamento material físico y orgánico funcione a la perfección, sin embargo, en el tercer cerebro donde ya ha florecido el psiquismo, su objetivo fundamental es desarrollar las capacidades que este cerebro posibilita.

Hay que considerar siempre que en el ser humano existe una parte biológica y otra social. A medida que pasamos del primer cerebro al tercero la intervención social se va haciendo más importante y esencial. El psiquismo florece y se desarrolla fundamentalmente mediante la socialización. Las necesidades orgánicas primarias se desarrollan sin nuestra intervención voluntaria, pero las necesidades superiores psicológicas necesitan más de los recursos, motivaciones, estímulos y deseos, dependientes la mayoría del favorecimiento social y en última instancia de la voluntariedad. Lo involuntario es biológico, -correspondiente al cerebro vegetativo- lo voluntario es más social –correspondiente al cerebro cortical racional-. Por tanto, las necesidades superiores psíquicas, dependen más del facilitamiento social que de la prescripción biológica. Las condiciones ambientales y sociales son distintas en el reptil que en el humano para desarrollarse. El reptil nace con todo aprendido, el humano ha de aprenderlo todo.

Si en el último estadio cerebral las necesidades primarias como la alimentación, la vivienda, la seguridad, la protección no están satisfechas convenientemente habrá dificultades para satisfacer las necesidades superiores. Estas no pueden ser satisfechas en casos de miseria o pobreza, en las que todas las capacidades han de estar volcadas en trabajar para poder comer, antes que en desarrollar otras capacidades superiores. Lógicamente, el cerebro humano es el superior y último respecto de los anteriores cerebros, más primitivos. Y debería haber superado las manifestaciones de aquellos o tener satisfechas las necesidades más primarias. Su racionalidad debería evaluar, coordinar, conducir o inhibir los comportamientos primitivos. Debería delimitar lo que es lógico y lo que es absurdo, respecto a los otros cerebros. Sin embargo, en cada uno de nosotros persisten en mayor o menor grado, comportamientos primitivos característicos de los anteriores cerebros o de fases anteriores del desarrollo evolutivo, debido a carencias y en definitiva a la falta de realización personal.

Los rasgos de cada cerebro son considerados biológicos, pero la personalidad es un componente psicológico determinado por la sociedad y la educación. Son estas instancias las responsables mayormente de la personalidad de los individuos. El sistema social injusto y clasista es responsable de los comportamientos primitivos. Lo más grave, es que estos no son hechos aislados sino que una gran parte de la sociedad está influida por esos comportamientos rudimentarios y arcaicos porque han sido mantenidos en la pobreza  sin posibilidad de estudios ni de desarrollo  superior. Aunque también hay que decir que personas con estudios superiores mantienen esas deficiencias porque se puede saber mucho de un tema –como es el tema del futbol, por ejemplo, del que se tienen todos los conocimientos habidos y por haber hasta la saturación-, y no tener resueltas las necesidades psíquicas superiores. Lo mismo se puede decir de cualquier otra carrera universitaria. Saber mucho de una especialidad determinada y tener una nulidad en humanismo. Se estudian cosas de alto grado, técnicas, mecanicistas, para ganar más o poder manipular mejor al prójimo pero no preocuparse en absoluto de dedicarse a sembrar y practicar el bien entre la gente. Saber más no significa SER más, el conocimiento aunque es importante no es determinante, ya que puede utilizarse para saber cosas banales o peor aún, aprender y practicar maldades. Hay que utilizar el conocimiento para ser mejor uno mismo y ser mejor para los demás, ayudándoles en sus necesidades y carencias.

Las necesidades, capacidades y potencialidades humanas delimitadas por su biología buscan su realización psíquica superior, de conocimiento, de colaboración, de justicia, de libertad, de creatividad. (Maslow 43) Cuando estas necesidades superiores no han podido ser realizadas a causa de la represión de sus impulsos vitales, se desarrollan en compensación mecanismos neuróticos caracterizados en gran parte por los rasgos de los cerebros primitivos.

Una parte pequeña de la sociedad vive en el lujo mientras la otra gran parte sobrevive en la pobreza. La primera es educada y enseñada para vivir a costa de los demás, mientras la segunda ve como el fruto de su trabajo sirve para satisfacer el lujo de unos pocos. A los pobres se les domestica para acostumbrarse y aceptar su pobreza, mientras a los ricos se les enseña a desarrollar la codicia. Ni unos ni otros satisfacen sus necesidades humanas superiores descritas antes, unos son depredadores, los otros depredados. Una gran parte de la sociedad sobrevive por un trabajo precario del que depende toda su vida, sin recursos para acceder a una educación y cultura superior. Descienden de unos padres con más miseria aún que ellos y transmiten a sus hijos su precariedad, su miedo, su dependencia, su inseguridad, -su incultura y su servidumbre-

El SER se hace cuando cada uno ha descubierto sus potencialidades y las ha convertido en realidad, cuando ese descubrimiento se ha convertido en una necesidad psíquica vital.

El ser humano debe haber superado los rasgos comportamentales características de los dos cerebros primitivos para encontrarse en el tercero y desarrollar esas capacidades que aún permanecen ocultas, pero que algunos pocos ya han llegado a alcanzar. Debemos tener satisfechas las necesidades primarias de alimentación, cuidado, respeto, afecto, comprensión para poder acceder paulatinamente a las necesidades superiores transpersonales, trascender el ego, para proyectarse fuera, hacia la humanidad y la tierra, cualidades que son las que posibilitan que el ser humano sea superior. Acabar con la mezquindad, la usura, la codicia y desarrollar la bondad. El ser humano necesita que la sociedad posibilite y respete su libertad y su derecho para poder desarrollar sus capacidades y potencialidades internas y compartirlas con los demás. Las necesidades primarias son materiales, las necesidades superiores son  psíquicas y transpersonales. 

Enumeramos a continuación los puntos más característicos de los humanos comparados con los reptiles: 1º el comportamiento instintivo; 2º la defensa de la supervivencia; 3º la defensa del territorio; 4º la desconfianza en los demás; 5º la sociopatía:

 (1) El carácter instintivo de la conducta reptiliana es lo más definitorio y lo que va a ser considerado en los humanos para calificarles como reptilianos. El comportamiento en general se desarrolla por medio de instintos, -mecanismos que funcionan como reflejos-, como interruptores automáticos. Las características del cerebro reptiliano se manifiestan en los humanos como: dominio de lo instintivo sobre lo racional. Si el pensamiento racional es considerado característico de la especie humana, los humanos considerados como reptilianos actúan con grandes dosis de automatismos reflejos. Lo que significa que muestran esquemas fijos de pensamiento y comportamiento, mecanismos rutinarios, repetitivos, compulsivos, mantenimiento de tareas y horarios fijos, estereotipos, dichos, refranes, manías, fobias, costumbres antiguas, formas  cotidianas de realizar las tareas que no son pensadas sino copiadas miméticamente de los antepasados, padres o gentes del lugar, les gustan los rituales y las ceremonias. Por otra parte, estos comportamientos funcionan como actos defensivos irracionales sobre la propia persona y sobre las cosas consideradas como pertenecientes a ellos -casa, edificio, tierra, pueblo,..-. Es en esos actos donde la persona se siente segura e incluso se apoyan en ellos como signos de identidad.

(El mecanismo de defensa innato y natural para mantener su supervivencia ante un supuesto peligro, adopta el cariz de forma compulsiva, irracional, aprendida tanto de los padres como por sí mismo en su historia personal, como una medida  de seguridad, que puede convertirse en agresiva en mayor o menor grado, y también considerar que todos cuantos le rodean son posibles enemigos. Esto también  puede ser así porque desde su infancia se les ha educado en estos comportamientos. Sin embargo, no todos son considerados enemigos porque aquí se inmiscuye el segundo cerebro –límbico y emocional- que prioriza la consanguineidad como vínculo y que considera entonces que sus familiares forman parte de su yo, sus pertenencias, sus necesidades y prioridades. A esto se añade además la construcción de una  ideología –otra superestructura de los mecanismos de defensa-. Pero todo ello, repetimos, es debido a la falta de realización y la consiguiente carencia de identidad propia, que necesita como compensación esas otras superestructuras para poder sentirse alguien y seguro. La persona no realizada no ha desarrollado sus propias habilidades y potencialidades propias, correspondientes al hacer, reflexionar, crear, dar, compartir, conocer, saber.... Por tanto, carece de identidad propia sólida, de rasgos que le caracterizan a él mismo y le diferencian de los demás. En compensación a esas carencias vitales necesita otra cosa para fortalecer sus carencias. Necesita otros aditamentos, adornos, ropajes, maquillajes, mamposterías, superestructuras. Este papel lo desempeñan la consanguineidad, la ideología, la pertenencia a grupos que le definen, realizan y apoyan afectivamente, con lazos libidinosos que diría Freud, como son las estructuras de masas: los equipos de futbol, los nacionalismos, los partidos políticos, las religiones, las castas, grupos y organizaciones que suplen esas carencias, de realización e identidad. La ideología se caracteriza por dar un sentido racional, científico, lógico, a algo que es todo lo contrario, irracional, afectivo, emocional y que intenta suponer una justificación a su comportamiento  o pensamiento. Es un mecanismo neurótico -de neurosis, enfermedad de la psique-, tratando de justificar su comportamiento, encubridor de sí mismo, acusador de los demás. Se proyecta sobre los otros acusándoles de lo que él es y hace. Sus considerados defectos se los achaca a los demás.

(2) En el carácter instintivo su principal objetivo es el mantenimiento de la supervivencia. Esto que es normal en los organismos y en los animales primitivos, tiene su semejanza en los hombres que consideran la salud –como prevención de la enfermedad y de la muerte- por encima de otras circunstancias y valores. Es el dicho convertido en canción popular de “Salud, dinero y amor” en ese orden prioritario. En otro orden y valoración debería ser considerado el amor como el factor más fundamental, después la salud y en tercer lugar o último, el dinero, que solo es un medio de poder, con el que se cree que se puede comprar todo tipo de elementos materiales, incluso a las personas y también espirituales como la felicidad, porque se cree que ésta puede proporcionarla las posesiones, cuando es un estado espiritual que está por encima de lo material. Sin embargo es otra falsa necesidad que radica en la falta de realización personal. Para el ser realizado todo eso sobra. Alguien también puede considerar lo más importante el dinero justificándolo porque este te proporciona la salud. La salud debe ser considerada un derecho universal garantizado por el Estado, pero se ha convertido en un privilegio privado.

Según Freud y otros estudios sobre el apego (Bowlby 16-17-18) en los animales mamíferos y sobre todo en la especie humana, las necesidades del amor y de la alimentación aparecen fusionadas al principio concentradas en el pecho materno. El pecho es contacto, apoyo, protección, respeto, además de alimento. Spitz  demostró que cuando faltaba el amor como medio de contacto, de seguridad, de protección, los niños rechazaban la alimentación llegando hasta la muerte. Se conoce empíricamente que la falta de amor es causa de múltiples enfermedades, como algunos dicen (Maturana 46-47) es la principal causa de enfermedad en los humanos, y de las enfermedades psíquicas raíz de otras enfermedades somáticas. El amor no es el enamoramiento de otra persona, sin la que no se puede vivir. Eso es dependencia y necesidad enfermiza, y -falta de realización-. Cuando hablamos de amor nos referimos al aprecio, respeto, comprensión, a la capacidad de darse y entregarse, al reconocimiento del otro como persona independiente, con sus propias capacidades y potencialidades. Este es el primer requisito para la salud física, mental y emocional.

La ONS misma nos dice que la salud  no es un componente meramente físico, sino también psíquico y social. Pero parece ser que los humanos que consideran la salud como el problema fundamental no lo tienen en cuenta, solo lo consideran a nivel físico. Bien, pudiendo considerar que la salud es lo más importante de la vida, debiera considerarse si en algunas circunstancias no dignas de ser vividas, eso seguiría siendo lo prioritario. Estas situaciones invivibles podrían ser las de un gran deterioro físico o psíquico, o condiciones de servilismo, y situaciones indignantes como la falta de libertad o justicia, o también situaciones de solidaridad en las que uno puede dar su vida por otro u otros. O como dijo Dolores Ibárruri -La Pasionaria- “Es preferible morir de pie que vivir de rodillas”. Por estas razones en las sociedades modernas avanzadas existe la “eutanasia”, el “derecho” a decidir morir cuando uno quiera por las circunstancias que sean. Este sí es un acto de racionalidad correspondiente al tercer cerebro.

El hombre reptil viviría defendiendo la vida en situaciones invivibles y -aparte y además de que el propio organismo lo defienda porque el organismo no piensa- se podría justificar con la ideología y la religión, diciendo que esa decisión corresponde a Dios y que nadie puede decidirlo en su lugar-. Es observable y criticable en esto, cómo quienes lo dicen se toman la justicia por su mano y matan a otros por temas ideológicos, o en guerras, como por la defensa del territorio llamado patria, o simplemente para apropiarse de sus bienes.  Este aspecto corresponde al siguiente punto, pero ocurre que todo está entrelazado, no existen puntos aislados se tejen y superponen unos con otros, el primer cerebro se enlaza con el segundo y con el tercero.

(3) Seguido de la supervivencia y unida a ello se sitúa la defensa del territorio en el primer cerebro reptiliano, que se extiende en la especie humana con correlatos ideológicos como la defensa de la patria, o el odio al extranjero e inmigrante considerado como ocupador o invasor del territorio propio, racionalización falsa ideológica. Existen otras manifestaciones más solapadas de la defensa del territorio en los humanos considerados reptilianos. Puede ser, creerse el dueño del edificio de una propiedad de vecinos y por tanto, poner trabas o límites a los demás. Marcar a los nuevos vecinos, o trabajadores, limpiadores, etc., que acceden a la casa o edificio a realizar alguna tarea, imponiéndoles normas y límites, como demostración de que ellos deben obedecer al dueño, de que él por ser más antiguo en el edificio tiene más privilegios. O la defensa de su pueblo, barrio, etc., ejemplificado esto, porque cuando vienen otras personas de otros barrios o pueblos, les imponen sus normas, pagos, o condiciones. Hay otros muchos ejemplos similares a estos, que cada lector puede entrever en su entorno.

(4) Otra característica del reptil derivada de las anteriores, la supervivencia y la defensa del territorio, es la desconfianza en los otros como posibles enemigos -paranoia- que te va a hacer algún mal, o el temor permanente de que el otro te va a engañar, como el tendero, el obrero que viene a hacerte un trabajo, etc.;

 Todos estos rasgos como ya hemos dicho, son propios de la incultura, y de la escasa educación, que quedan inscritos en los hijos como reflejo de los padres,  como carencia de otros estímulos superiores a los que no se ha podido acceder. Todos ellos productos de la pobreza  material  y mental.

(5) Otro asunto más grave, es la psicopatía. (Garrido 26) compara al psicópata con un reptil, como un depredador, que se camufla, engaña y manipula. El subtítulo del libro “El psicópata” es: “Un camaleón en la sociedad actual”, aludiendo el adjetivo de camaleón, por un lado; a la capacidad que tiene tal animal de camuflarse para aparentar ser lo que no es, adaptándose fácilmente a los caracteres del entorno donde se mueve, para aparentar “ser igual que los demás”, (para no despertar sospechas a la futura presa). Como dicen muchos de los políticos con rasgos psicópatas, “ser personas normales”. Y por otro lado, se  refiere también a que el camaleón es un reptil,  y como tal le caracteriza su sangre fría y su carencia de emociones. La persona reptiliana aparenta tener emociones pero carece de ellas realmente o las tiene en muy bajo nivel.

Muchos políticos tienen estas características. A su cerebro reptiliano se le suma su otro cerebro racional e inteligente para depredar más y mejor. En ellos no existe la bondad ni el altruismo ni la empatía, todo es utilizado para depredar.  Lógicamente  esto va más allá de lo biológico, es algo social, algo aprendido, algo educacional.  Se ha aprendido y se ha educado en la depredación, en utilizar al otro solo para conveniencia propia. Son rasgos, por otra parte, neuróticos e incluso psicóticos. Cuando se impide la realización personal se desarrollan en compensación las neuropatías y psicopatías. Máxime cuando te han educado como psicópata, es decir, enseñado a depredar al que tiene al lado. Este es un ejemplo típico de los políticos psicópatas como hemos expuesto en otro artículo, que mienten, manipulan, roban, engañan, etc., etc., y no se les cae la cara de vergüenza, al contrario, acusan al otro de mentir y robar. Como el reptil, se dice que tienen sangre fría, que no tienen ninguna emoción ni ninguna empatía por el otro. Solo lo aparentan, como rasgo de camuflaje.

 

Respecto al anclaje en  los rasgos caracteriales del segundo cerebro, estos han de sintetizarse en los aspectos emocional y afectivo. 

En el aspecto emocional destaca el miedo quizá, sin olvidar el odio y otros como la rabia y la frustración. Y estos aspectos se unen también a otros correspondientes al primer cerebro como por ejemplo la salud. Tenemos miedo a perder la salud y con ello, alcanzar la enfermedad y la muerte, propios del 1º cerebro, de la supervivencia primaria de la especie. Los instintos del segundo cerebro se asientan sobre los del primero. El miedo es un aviso preventivo de que algo te puede causar daño, y por tanto hay que permanecer alerta defendiéndonos, escondiéndonos o huyendo. Es muy difícil saber dónde están los límites entre la prevención y el miedo irracional.

Repetimos una vez más que los condicionantes biológicos como los instintos y las emociones son reforzados o reprimidos por medio de la sociedad, la educación y la cultura según convenga. En general nos educan en el temor y el miedo irracional y al reforzarlo, nos impiden la realización propia, reprimiendo otras pulsiones y necesidades esenciales como las capacidades de expresión, de comunicación, de investigación. Tenernos domesticados,  atados y obedientes proporciona más seguridad a las altas esferas sociales que piensan que si desarrollamos nuestros propios impulsos ligados al placer, nos desbocaremos y produciremos la anarquía, lo que es otra justificación ideológica.

 Según Freud, nos reprimen el principio del placer y nos imponen el principio de realidad, generando ciudadanos neuróticos, enfermos psíquicamente pero “sanos” socialmente, es decir, integrados en la normativa social. Esto nos proporciona una aparente seguridad pero nos quita la libertad para emprender la realización personal. La libertad radica en la facultad de haber desarrollado sus propias capacidades innatas –lo que se llama SER uno mismo- contrario a la domesticación que es coartar las capacidades y preparar para ser “como dios manda” y la sociedad desea, obediente al orden establecido.  El miedo ante un peligro real es lógico, el miedo patológico es ilógico, enfermizo porque después de haberse comprobado que es falso sigue dominando convertido en una manía, fobia o neurosis. De esta forma se convierte en la raíz de la inseguridad, -y de la desrealización-. Para discernir lo que es real de lo que es fantasioso, está el tercer cerebro, racional.

Los padres y la sociedad  han de respetar el desarrollo de nuestras capacidades y favorecerlas, han de darnos una seguridad real, no ficticia, no inculcarnos miedos, han de educarnos en el amor, la bondad, la confianza, la colaboración. El miedo nos ancla y ata. De esa represión nacen también el odio y la agresión que además es alimentado por la sociedad para hacernos creer que el culpable de nuestra desgracia es el otro, el compañero de trabajo, el extranjero, el inmigrante, etc.

Otro rasgo del mamífero es el afecto. El afecto nos une a nuestros padres. Nos ofrece seguridad  y protección hasta que maduramos y podemos llevar nuestra vida independientemente. Cuando no se produce esta independencia o es escasa y mermada es debido a la inmadurez.

Los vínculos y características propios de la infancia no son los mismos de la madurez. Si es así, es por falta de realización y de haberse quedado anclados en una etapa anterior e inferior. Por reprimir nuestros instintos vitales del placer. Lo que nos sumerge en el infantilismo, narcisismo, egoísmo, inmadurez. Uno puede quedar anclado por exceso o por defecto, por haber recibido  demasiada protección o al contrario, por la falta de ello. Y sobre todo por no haber respetado al niño y no haberle posibilitado desarrollas sus potencialidades.

Si en la infancia es loable el apego como vínculo afectivo que produce bienestar, contacto, aprecio, protección, respeto, comprensión, seguridad, aceptación de las pulsiones vitales del niño, y le ofrece recursos para desarrollar sus potencialidades, cuando se es adulto es necesario desapegarse de los padres, y todo lo que significan, independizarse, tener criterio propio, desapegarse de lo que simboliza el padre –la autoridad- y con ello la aceptación de las órdenes de los superiores, y someterse a una institución superior, y desapegarse de la madre –la patria- y su simbolización, la tierra donde se ha nacido, la nación, el territorio, la bandera, el himno. Lo cual no implica que no se quiera a los padres ni se les tenga el afecto ni el respeto debido. Al contrario. El respeto no implica reproducir las mismas ideas, ni someterse a poderes establecidos. Cuando uno ha adquirido la madurez, tiene sus propios criterios, sin dependencia de ninguna clase.

En cualquier caso se produce la inmadurez y la dependencia. Y esta puede ser condicionada por los adultos conscientemente. Y también aquí se produce la atadura, la incapacidad de desarrollarse y valerse por sí mismo. Y se refuerzan también anclajes del reptil manifestándose la inseguridad, el apego a la madre y al territorio, así como su defensa ideológica convertida en “amor”  a la patria y sus valores, el nacionalismo y la defensa del territorio.  Y también poniendo como un valor primordial la consanguineidad.

Otra característica del segundo cerebro son el dominio de las hormonas, que es utilizado y justificado en el humano de muchas maneras. La más grave es cuando el macho humano viola a una mujer, o la acosa, se echa mano de que la culpa es de las hormonas, la testosterona, lo cual no deja de ser una justificación más. El violador ha sido educado en el machismo, en la primacía del macho sobre la hembra femenina, en considerar la mujer un objeto sexual, en considerar que la mujer está al servicio del hombre, en considerarla inferior. En todos estos comportamientos esta la raíz de la educación y de la cultura machista que se propaga por todos los medios televisivos, en las películas y en todo tipo de actos llamados “culturales”.

Fromm en varios de sus libros “el arte de amar”, “el miedo a la libertad” (26-27) entre otros, expone que el amor autentico es el amor a la humanidad, a la vida sin exclusiones, a los otros. Lo que se llama amor habitualmente no es amor, sino necesidad, egoísmo u otras cosas similares. Cada uno al hacerse y SER ha debido haber superado las ataduras, las dependencias, el egoísmo, para llegar al desarrollo transpersonal. (Wilbert 60-61) Haber superado las necesidades materiales y las personales para poder volcarse en las psíquicas y en las transpersonales, más allá de nosotros, los otros. Su amor, su respeto, su cuidado, su protección, su ayuda. Esto es lo que el tercer cerebro, el humano, ha de desarrollar.

 

El tercer cerebro, el humano, cortical, racional debe neutralizar los rasgos de los otros cerebros reduciéndolos a lo esencial, a no salirse de su limitado campo de actuación. Es el cerebro que sabe distinguir y decidir voluntariamente. Volvemos a decir e insistir: si estamos anclados en rasgos característicos comportamentales de los cerebros primitivos es a causa de la sociedad, la cultura y la educación. Hemos de educar para la paz, no para la guerra. Hemos de acabar con todas las armas. Todo el mundo en paz, sin un arma. Solo un ejército preparado para mantener la paz. Para aliviar los desastres naturales y para prevenir quizá que nadie quiera imponerse sobre los demás. A la vez que nos educan para la paz han de educarnos para podernos realizar en todos nuestras potencialidades. Entonces el hombre no sería malo. Todas las carencias que sufrimos son la causa de la desigualdad histórica, ancestral, que ha llevado a una minoría a vivir en el lujo y el despilfarro, mientras que a otros, la mayoría, a vivir en la miseria, y todo lo que ello conlleva. Radica en la falta de realización personal, en la dependencia, en la frustración. La realización nos conducirá a desarrollar lo más preciado del  tercer cerebro, además del conocimiento, la consciencia y la creatividad; la bondad.

Cuando hayamos conseguido un estado de relajación profunda con la práctica de los ejercicios propuestos en la última parte y nuestra mente semeje ser un lago de aguas tranquilas con un imperceptible oleaje, vamos a dedicar el tiempo a pensar sobre nosotros. Especialmente para establecer la bondad en nuestro interior profundo. Pensamos en lo que hacemos, en cómo nos hemos comportado en ese día concreto para generalizarlo después a la vida en general.

Considero la bondad la más alta cualidad del ser humano, algo que debe ser aprendido y cultivado permanentemente. Ella reside en la consciencia, la decisión, la voluntad, la racionalidad y la creatividad, capacidades esenciales del cerebro más evolucionado, propio de la especie humana, y que nos puede llevar a la más alta realización, superando las necesidades personales, las necesidades y realizaciones del Yo, para acceder a las transpersonales y llegar a favorecer las necesidades de los demás, de la vida en general, y de la tierra que es nuestra morada. Desarrollando la racionalidad, aunque no hayamos superado nuestros traumas y frustraciones, siendo conscientes de ellas, y conscientes de nuestros comportamientos, dediquemos la energía a establecer la bondad en nuestras vidas. Podemos releer en relación con esto a  Krinhamurti, Fromm, Leonardo Boff, y muchos otros que nos podrán ayudar y señalar el camino a seguir. Siendo conscientes de nuestro comportamiento ególatra, dediquemos toda nuestra intención auténtica y profunda a erradicar lo aprendido y establecer comportamientos distintos. No basta con tener consciencia de ello sino que ha de establecerse como una necesidad vital. Para ser libre antes hay que ser consciente de que se es esclavo y ha de surgir la necesidad vital de dejar de ser esclavo, para poder ser libre. Además, esa necesidad está dentro de las necesidades básicas de todo ser vivo, sobre todo el  humano, pero le ha sido arrebatada, domesticada o reprimida. A causa de ello el ser humano desarrolla comportamientos neuróticos defensivos. A la vez que hemos de luchar por eliminar las injusticias del mundo hemos de luchar por cambiar nuestra actitud personal. Ambas tares y propósitos han de ir unidos, porque se alimentan mutuamente. Además de mecanismos de defensa, físicos y orgánicos que desarrollaron los reptiles para poder vivir, la especie humana, caracterizada por el psiquismo, ha desarrollado también mecanismos de defensa psicológicos porque creía que eso le permitía vivir mejor en el entorno hostil. Ese psiquismo propio de la especie humana, nos ha de volver conscientes de que esos mecanismos de defensa no nos sirven para nada, únicamente quizá, para hacernos creer falsamente a nosotros mismos que somos fuertes ante los demás. Tenemos que tomar consciencia de esa falsedad y sentir la necesidad de erradicarla.  No nos han educado para desarrollar todas nuestras potencialidades como seres humanos. Nos han domesticado y nos han enseñado a defendernos antes siquiera de que nos ataquen, diciéndonos que la mejor defensa es un ataque. A otros más les han enseñado y educado claramente en la maldad, a abusar del otro, a engañarle, mentirle, robarle, manipularle, además de no permitirle desarrollar sus potencialidades porque con esto no se dejarían someter al servilismo que les imponen. En mayor o menor medida el hecho de no desarrollar sus potencialidades es la raíz de la maldad, tanto de los auténticos malvados como de los pobrecitos. Y esto también es la raíz de la sociedad injusta que nos domina. El hecho más básico es el de no escuchar al otro, hablarle con soberbia, despreciarle, intentar siempre hablar por encima de él, responder, reaccionar... para que todos sepan lo que yo sé, para que se den cuenta que yo sé más o mejor... Y esto se ve como natural, y se ve como antinatural o de tontos no responder, no hacerse oír,  no defenderse con dichos o con hechos... Sin embargo en esos hechos inconscientes, habituales y acostumbrados está la manifestación de la egolatría que dará lugar a las cosas gordas: la psicopatía, la corrupción, etc. Esto además se enseña en los medios que vemos todos los días: el que no se defiende, el que no insulta más y más gordo que el otro, es considerado perdedor.

Debemos cambiar nuestra forma de ver las cosas. En primer lugar está la propia persona, para cambiar el mundo antes he de cambiar yo. Tengo que cambiar mi comportamiento enseñado a sangre y fuego en el cuerpo y en la mente desde antes de nacer. He de ser consciente plenamente de mi comportamiento, conmigo, con los demás, con el que tengo al lado, con los que tengo lejos. Consciente hasta la médula de los huesos, de mis reacciones irracionales, absurdas, egoístas, malsanas. Cuando me den una bofetada, poner la otra mejilla. Cuando me insulten, alabados sean.  Si yo insulto a otro, no le defino a él, me estoy definiendo a mí mismo, estoy mostrando lo mezquino que soy.

He de acabar con las falsas necesidades materiales y psíquicas. Las primeras basadas en obtener y poseer elementos, técnicas, ropas, objetos, propiedades que no sirven para nada. Y las necesidades psíquicas basadas en la admiración o la adulación de los otros. He de acabar conto todo eso, saber profundamente que es falso, que solo sirve para alimentar mi ego. Entonces alcanzaré el estado  de felicidad.