viernes, 16 de mayo de 2014

El MOVIMIENTO es COMUNICACIÓN


El MOVIMIENTO es COMUNICACIÓN

Joaquín Benito Vallejo

El movimiento es una pulsión innata, una fuerza vital que brota desde el interior del organismo vivo dirigida al exterior medioambiental que le rodea.

Y en la medida en que esa pulsión va organizándose cumplirá múltiples funciones.

Si el organismo no puede vivir sin el medio donde ha nacido y se desarrolla, el movimiento es la principal herramienta de que él dispone para entrar en relación con el medio satisfaciendo de ese modo múltiples funciones de supervivencia como son la alimentación, la adaptación, la defensa, la sexualidad con o sin reproducción, la relación con otros, el trabajo, el disfrute.

A través de todos los sentidos, fundamentalmente el oído, la vista, el olfato y el tacto, las cualidades del medio ambiente penetran en el organismo, son conocidas y percibidas por él, casi sin pretenderlo, sin salir de sí mismo, aunque si sea necesaria una cierta predisposición para poder captar las características del ambiente mediante un estado de alerta y un grado de atención y disponibilidad.

Sin embargo, la capacidad que no espera a que el ambiente venga a nosotros, sino que va hacia él, que lo penetra, que se lo apropia, lo explora y lo modifica, es fundamentalmente el movimiento, y con la ayuda de él todos los demás sentidos se activan y se enriquecen.

El tacto y el gusto dependen directamente del movimiento, sin el que no es posible ni tocar, ni acercar los objetos y saborearlos. Incluso la visión se rige por movimientos oculares y de coordinación óculo manual, además de favorecerse de los movimientos de la cabeza y de la columna. Pero el movimiento no sólo amplía el campo visual sino también, el auditivo y el olfativo al posibilitar el acceso a otros campos espaciales y sensoriales.

Por lo tanto, el movimiento significa fundamentalmente, ir hacia fuera de uno mismo, o lo que es igual, relacionarse con el ambiente. Ambiente que no es meramente físico - químico compuesto de aire, agua, tierra, sol, etc., sino que es un mundo social formado y construido por personas. Estas personas constituyen el objetivo esencial con las que el organismo humano, a través del movimiento, pretende relacionarse y comunicarse.

El movimiento significa entonces ir, acercarse, pedir, tocar, penetrar, traspasar, trastocar, cambiar, explorar, expresar, inventar, proyectarse, además de alimentarse y amar. Pero también se utiliza para defenderse, atacar, luchar, huir, esconderse, replegarse, inhibirse, según lo requieran las situaciones, los acontecimientos o las actitudes de las demás personas del entorno.

Todas esas modalidades de movimiento son utensilios que el individuo humano utiliza para construirse un lugar propio entre las demás personas, para que se le reconozca, se le aprecie, se le estime, se le tenga en cuenta, adquiera un valor para los demás.

En la medida que se adquiere un valor para los demás se revaloriza uno a sí mismo. A medida que se consolida la pertenencia y el valor en el grupo, se fortalece la personalidad y la autonomía. No ser reconocido por el entorno social significa el aislamiento y con éste, la muerte, simbólica o real.

Así como el organismo se hace a sí mismo en su relación con el ambiente, el niño se convierte en ser humano en su relación con las personas. Toma consciencia de sí mismo en su comunicación con los demás.

No existe una evolución por parcelas aisladas, en la que se origine, en primer lugar el crecimiento del organismo físico con su control y dominio motor. No existe una segunda etapa en la que se labre el conocimiento, la estructuración y la utilización de los objetos que pueblan el entorno. No existe tampoco otra tercera fase donde se aborda la comunicación con los otros.

Todo ocurre a la vez, el crecimiento físico, el dominio del entorno, el conocimiento, la madurez personal. Luego la principal función del movimiento consiste en establecer la relación con el ambiente, esencialmente con las personas, con el objetivo de satisfacer múltiples necesidades que abarcan desde la alimentación, el trabajo, el conocimiento, el afecto, la valorización personal: necesidades físicas, sociales y psíquicas.

El movimiento es la base de todas las formas de relación, comunicación y expresión. Con el movimiento se pueden transmitir emociones, sensaciones, sentimientos y pensamientos. Su puede hacer poesía, música, danza, o escultura. Podemos recrearnos solos con él o podemos compartirlo. Podemos dialogar o hacer composiciones plásticas, podemos hacer un coro o un canon.

Comunicación viene de comunión, común. Significa realizar algo en común con otro u otros, compartir, dialogar, escuchar, dar y recibir. Salir del mundo propio, individual e individualista y entrar en el mundo de los demás. Salir del propio sentimiento y compartir los sentimientos ajenos; dejar de sentirse únicamente a sí mismo y sentir a los demás.

En los trabajos de comunicación que proponemos aquí, se extrema, afina y matiza la calidad del tono muscular. Al afinarlo nos hacemos más sensibles y delicados, más tiernos y accesibles, más disponibles para aceptar y comprender.

Se produce también una adaptación al tempo, al ritmo y al espacio de los otros. Hay que compartir un espacio común y hay que adaptarse al movimiento dentro de ese espacio con todo su entramado de direcciones y trayectorias. Se juega también con todas las posibilidades de coordinación mutuas: actuar simultáneamente, alternarse, “contramoverse”, pararse.

Tanto en la adaptación tónica, rítmica y espacial se trata de que nadie dirija ni se deje dirigir, que nadie invada a los otros ni sea invadido, que nadie se imponga a los demás.

Aunque también podría ser, que uno condujera y los otros dejen llevarse, que unos adopten un papel activo y otros pasivo, y esto lo hacemos en algunos ejercicios. Ambos papeles tampoco son fáciles. El que se deja conducir ha de mostrar un cierto grado de disponibilidad, de abandono en el otro, de pasividad deseada y educada; ha de disponer de un tono muy plástico que no ofrece resistencias, que tiene la capacidad de amoldarse. Por su parte el que dirige, también ha de saber conducir sin imponerse, sin invadir ni forzar.

También precisa un cierto grado de adaptación al tono del otro, dependiendo del cual, su propio tono y actitud, su modo de conducir, será distinto. Unas personas necesitan más vigor para conducir o para ser conducidas, mientras que otras, por el contrario, poseen una adaptabilidad más sutil. La acción de dirigir, por otra parte, precisa más energía que la de ser conducido. Necesita firmeza, decisión, seguridad. No se puede titubear, ni mostrar inseguridad. La confianza de aquel que ejerce el papel pasivo depende de ello. Si uno tiene seguridad en sí mismo transmite confianza, si es un indeciso transmite inseguridad.

Si el proceso de sentirse, conocerse y hacerse a sí mismo es rico y complejo, no significaría nada sino lo hacemos en relación con los demás, sintiéndoles, sufriéndoles, queriéndoles, comprendiéndoles, rechazándoles... Sentirse a sí mismo es la base para sentir, comprender y relacionarse con los demás, y a la inversa, sentir a los demás sirve para sentirse mejor a sí mismo. Es un proceso dialéctico en el que ambos vectores son causa y efecto a la vez, mediante los cuales seguiremos creciendo y desarrollándonos mutuamente. Ambos procesos caminan ligados y paralelos, cada uno es imposible sin el otro.

Hay una fase del proceso consistente en un aprendizaje individual, en el que cada uno, partiendo de sus propias sensaciones y de sus características personales, ha de aprender a modular su tono, establecer una coordinación armónica, explorar las posibilidades de su movimiento en las dimensiones espaciales, descubrir en el movimiento la esencia de su personalidad y expresarlo, disfrutándolo.

Hay otra fase que es ya, un proceso comunicacional en el que cada uno ha de adaptarse a las características de los demás, sin dejar de ser él mismo. En esa construcción propia y mutua, el tono, el ritmo y el espacio propios deben adaptarse a los de los otros, logrando un tono, un ritmo y un espacio comunes