LA REPRESIÓN DEL MOVIMIENTO
Joaquín Benito Vallejo (Extracto de Cuerpo, Mente Comunicación...)

El movimiento es una capacidad innata que en
cuanto se pone en marcha y se desarrolla, potencia
las capacidades sensoriales, perceptivas, cognitivas, expresivas, afectivas y comunicativas.
A la vez, se afina así mismo haciéndose progresivamente
más rico, amplio, preciso, coordinado, armónico, equilibrado.
Y paralelamente también, se da el desarrollo
del organismo, del sistema nervioso y del cerebro, dando lugar a la emergencia del psiquismo.
El movimiento forma parte del reflejo de orientación más primitivo de
donde nace el deseo de investigación y descubrimiento
del entorno. -Esta exploración es siempre juego espontáneo y natural-. Es por tanto placentero, su desarrollo libera hormonas causantes
de placer y debe ser así para incitar al movimiento a estar activo, porque es
imprescindible para vivir plenamente.
El movimiento libre y espontaneo o encaminado
hacia un fin creativo es liberador y realizador, primero, en cuanto supone una
descarga de las tensiones internas sobrantes, dejando la energía justa para
dedicarla a tareas que exigen una mayor concentración como los trabajos intelectuales
y, segundo, porque a través de él se está investigando, creando, descubriendo
el entorno, conociendo y valorizándose a sí mismo, -el movimiento es siempre acto, acción de empoderamiento, acto de poder del propio cuerpo, del propio YO- autorrealización.
Aporta por tanto cognitividad y afectividad. Aunque el
movimiento sea espontáneo y no esté dirigido en principio hacia ningún objetivo
determinado, sino realizado por el mero placer de moverse, juego espontáneo- como ocurre en los
niños, el movimiento es el utensilio mediante el cual se explora el medio, a
través del cual se aprende el dominio y el conocimiento del espacio exterior y
del propio cuerpo.
Este dominio del entorno supone el aprendizaje práctico de las nociones
espacio temporales: los planos, las direcciones, las trayectorias, las
distancias, las intensidades, que a su vez son la base del aprendizaje
intelectual matemático, físico, lingüístico, etc.
En esa tarea exploradora y “embriagadora”
se producen además otros requisitos, como la fijación de la atención, la
concentración, la percepción, la selección de estímulos, la dedicación, el
encauzamiento de la voluntad, la disciplina, el tesón, la forja creativa del
hombre, basada en sus intereses placenteros, en su propia investigación , experimentación y descubrimiento.
Todo esto conlleva otro tipo de realización
más encaminada al ámbito afectivo, el placer de conseguir las cosas con el propio
esfuerzo, la autonomía, la autoorganización que conduce a la realización de la
persona, a la autoestima.
La
carencia de movimiento, -bien sea por carencia de estímulos o por
represión-, sobre todo en la infancia cuando esa fuerza impulsiva es más vital
y necesaria, cuando brota como un manantial incontenible, supone no sólo una
frustración y el consiguiente displacer, sino la des-realización y la
castración puesto que merma el
desarrollo de todas las capacidades humanas descritas anteriormente.
La represión es un medio utilizado
socialmente, familiarmente, políticamente, para actuar contra el psiquismo -contra la persona, contra el ser- a través del cuerpo.
La prohibición
a causa de la norma o del castigo de no hacer esto ni lo otro, de no tocar,
etc., supone una lucha tremenda contra esa fuerza vital y necesaria de moverse.
Con la represión de los instintos y de
las pulsiones vitales se reprime la propia posibilidad de sentir y experimentar.
La fuerza vital que debería ser dirigida al exterior para liberarse,
construirse a sí mismo y conocer el mundo, debe dirigirse mediante la coacción
física o psíquica, contra sí mismo, actuando como un muro de contención que
pretende taponar el abrupto manantial de la vida, la necesidad de hacer, ser y
conocer.
La fuerza ha de ser contenida, se han de atar los músculos, hacer del cuerpo una muralla rígida no
tanto para defenderse de los posibles enemigos externos sino para impedir el ansia de salir a conquistar
el mundo, dejando atrapados entre sus nudos, escondidas, olvidadas, cercenadas,
las necesidades más hondas junto con los deseos y los sueños.
Cuerpo y mente quedan bloqueados en esa lucha
imposible para quedar reducidos después, a peleles o a rígidas estatuas de
cemento.
Atando los músculos se intenta matar la necesidad, -la pulsión vital- y se logra la
mayoría de las veces, no hay más que ver el mundo y los hombres-, pero a veces ésta
solo queda escondida y en cualquier momento puede llegar a despertarse
nuevamente, aunque su lucha para abrirse paso será muy dura y posiblemente no
se consiga nunca del todo.
Mientras
tanto, -o quizá para siempre- el cuerpo
queda amorfo, resignado, inexpresivo, frustrado, triste. Ha sido domado,
castrado, insensibilizado y convertido en un obediente esclavo.
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