sábado, 7 de febrero de 2015

LA REPRESIÓN DEL MOVIMIENTO


LA REPRESIÓN DEL MOVIMIENTO
Joaquín  Benito Vallejo
(Extracto de Cuerpo, Mente Comunicación...)










El movimiento es una capacidad innata que en cuanto se pone en marcha y se desarrolla, potencia las capacidades sensoriales, perceptivas, cognitivas, expresivas, afectivas y comunicativas.


A la vez, se afina así mismo haciéndose progresivamente más rico, amplio, preciso, coordinado,  armónico, equilibrado. 
Y paralelamente también, se da el desarrollo del organismo, del sistema nervioso y del cerebro, dando lugar a la emergencia del psiquismo.


El movimiento forma parte del reflejo de orientación más primitivo de donde nace el deseo de investigación y descubrimiento del entorno. -Esta exploración es siempre juego espontáneo y natural-. Es por tanto placentero, su desarrollo libera hormonas causantes de placer y debe ser así para incitar al movimiento a estar activo, porque es imprescindible para vivir plenamente.


El movimiento libre y espontaneo o encaminado hacia un fin creativo es liberador y realizador, primero, en cuanto supone una descarga de las tensiones internas sobrantes, dejando la energía justa para dedicarla a tareas que exigen una mayor concentración como los trabajos intelectuales y, segundo, porque a través de él se está investigando, creando, descubriendo el entorno, conociendo y valorizándose a sí mismo, -el movimiento es siempre acto, acción de empoderamiento, acto de poder del propio cuerpo, del propio YO- autorrealización.  

Aporta por tanto cognitividad y afectividad. Aunque el movimiento sea espontáneo y no esté dirigido en principio hacia ningún objetivo determinado, sino realizado por el mero placer de moverse, juego espontáneo- como ocurre en los niños, el movimiento es el utensilio mediante el cual se explora el medio, a través del cual se aprende el dominio y el conocimiento del espacio exterior y del propio cuerpo.


Este dominio del entorno supone el aprendizaje práctico de las nociones espacio temporales: los planos, las direcciones, las trayectorias, las distancias, las intensidades, que a su vez son la base del aprendizaje intelectual matemático, físico, lingüístico, etc. 

En esa tarea exploradora y “embriagadora” se producen además otros requisitos, como la fijación de la atención, la concentración, la percepción, la selección de estímulos, la dedicación, el encauzamiento de la voluntad, la disciplina, el tesón, la forja creativa del hombre, basada en sus intereses placenteros, en su propia investigación , experimentación y descubrimiento.


Todo esto conlleva otro tipo de realización más encaminada al ámbito afectivo, el placer de conseguir las cosas con el propio esfuerzo, la autonomía, la autoorganización que conduce a la realización de la persona, a la autoestima.


La carencia de movimiento, -bien sea por carencia de estímulos o por represión-, sobre todo en la infancia cuando esa fuerza impulsiva es más vital y necesaria, cuando brota como un manantial incontenible, supone no sólo una frustración y el consiguiente displacer, sino la des-realización y la castración puesto que merma el desarrollo de todas las capacidades humanas descritas anteriormente.

La represión es un medio utilizado socialmente, familiarmente, políticamente,  para actuar contra el psiquismo -contra la persona, contra el ser- a través del cuerpo. 

La prohibición a causa de la norma o del castigo de no hacer esto ni lo otro, de no tocar, etc., supone una lucha tremenda contra esa fuerza vital y necesaria de moverse. 

Con la represión de los instintos y de las pulsiones vitales se reprime la propia posibilidad de sentir y experimentar

La fuerza vital que debería ser dirigida al exterior para liberarse, construirse a sí mismo y conocer el mundo, debe dirigirse mediante la coacción física o psíquica, contra sí mismo, actuando como un muro de contención que pretende taponar el abrupto manantial de la vida, la necesidad de hacer, ser y conocer. 

La fuerza ha de ser contenida, se han de atar los músculos, hacer del cuerpo una muralla rígida no tanto para defenderse de los posibles enemigos externos sino para impedir el ansia de salir a conquistar el mundo, dejando atrapados entre sus nudos, escondidas, olvidadas, cercenadas, las necesidades más hondas junto con los deseos y los sueños.


Cuerpo y mente quedan bloqueados en esa lucha imposible para quedar reducidos después, a peleles o a rígidas estatuas de cemento. 

Atando los músculos se intenta matar la necesidad, -la pulsión vital- y se logra la mayoría de las veces, no hay más que ver el mundo y los hombres-, pero a veces ésta solo queda escondida y en cualquier momento puede llegar a despertarse nuevamente, aunque su lucha para abrirse paso será muy dura y posiblemente no se consiga nunca del todo.


Mientras tanto, -o quizá para siempre- el cuerpo queda amorfo, resignado, inexpresivo, frustrado, triste. Ha sido domado, castrado, insensibilizado y convertido en un obediente esclavo.


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