viernes, 7 de noviembre de 2014

La agresividad


Agresividad
Joaquín Benito Vallejo


Diversos autores, entre ellos Hobbes o Lorenz, han considerado  a la agresividad  como una pulsión innata en el hombre, y en los animales, a la que se debe controlar. Otros por el contrario, Rousseau o Kropotkin, creen que la naturaleza  humana es buena de por sí, siendo la sociedad la que hace malos a los hombres.
Por otra parte, como señala Eibesfeldt, el carácter innato de un comportamiento o disposición no implica que estos sean inaccesibles a la influencia ambiental, ni deban tener un fin biológico determinado. La agresividad es  tan solo una pulsión entre otras muchas disposiciones a la sociabilidad. La tendencia a la cooperación y la ayuda mutua forma parte de muchas pautas de comportamiento amistoso.

¿Si la agresión fuera innata, porqué la socialización o esas otras pautas amistosas, no pueden neutralizarla?

Si la agresión se entiende como un ataque violento verbal o físico, sin causa o razón aparente, simplemente con la intención de causar daño físico o psíquico, o con la de conseguir distintos beneficios, entonces deberíamos decir que la agresión no es un instinto innato en el hombre ni en ningún animal.
La agresión desde este punto de vista, tendría sus causas en trastornos psico-sociales de la personalidad del  sujeto agresor, -de origen personal, familiar, cultural, económico, social, político…-, pero nunca sería considerada una pulsión innata o biológica.

Parece muy difícil discernir si la agresión es innata o aprendida. Creo que se confunde el medio con el fin. Lo que sí es biológico es la fuerza con que se manifiesta la agresividad. La fuerza es el medio o la herramienta con que la agresión se expresa. La fuerza es el medio, mientras que la agresividad es el objetivo. 

Esa fuerza forma parte de la energía vital. Es innato que se responda adecuadamente ante un ataque. Lo que sin duda no es innato es que se le bese la mano a quién  te pega. -O quizá sí dentro del contexto del taoísmo, ya que si se responde con una agresión a otra, el taoismo lo considera una consecuencia del ego, de creer que hay que sentirse superior ante el otro, cuando lo que debiera hacerse es, nada, no hacer ningún caso.-

Yo creo que lo que se llama agresividad forma parte del tono o de la energía vital del ser viviente. En esa fuerza por la vida yace tanto la defensa como la amistad. El ser vivo puede ser tierno o feroz según las circunstancias. Debe serlo.  Debe tener el coraje de luchar contra un medio físico o ambiental hostil, precisamente por su energía vital que busca la vida y lucha por ella. Lo mismo que debe defenderse desplegando toda su fuerza, contra una humillación o un impedimento o represión que busca su doblegación, aniquilamiento, esclavitud, explotación, pérdida de su identidad o de sus atributos e impulsos vitales. 
Si no luchara contra su opresor, si no luchara por defender su individualidad o su integridad, el ser vivo ya podría ser considerado muerto al haber perdido la capacidad de defenderse, defender no solo su ser físico sino su psiquismo, su autonomía y su identidad. (Y por ello no debería llamarse agresividad, sino lucha o defensa por su identidad, por su ser. Quién no se defiende de una humillación es que ha perdido su capacidad de ser) Otra cosa bien distinta es cuando ataca o agrede a otro ser, sin razón ni causa justificada, porque si, sin más ni más.

 El ser vivo despliega su energía en su entorno buscando vivir, lo que le lleva a investigar el medio ambiente, orientarse en él, conocerle… 
Hay una  fuerza innata generada por la vida y generadora de vida. 
La fuerza o la energía con la que el ser vivo se mueve en la naturaleza, en su medio ambiente, por buscarse la vida en él. Por ser él. 
Esta energía le conduce a observar e investigar el medio para apropiarse del alimento necesario para vivir. 
Esa investigación del medio le posibilita conocer y dominar ese ambiente. 
El ser vivo nace con una serie de predisposiciones para ello heredadas de sus antepasados, las cuales solo necesita ejercitar. Entre esas predisposiciones heredadas, están las señales de alerta ante lo desconocido, ante un posible peligro, ante el cual debe defenderse o huir o esconderse. 
La lucha por la vida no es agresividad, es el coraje, la fuerza, la vitalidad, la motivación con la que el ser vivo se desarrolla. 
Las emociones están ligadas a la vida. Todas, podríamos decir, derivan del placer y del displacer.  A la vez que se produce el placer  se genera el miedo a perder ese placer, el temor al displacer, al dolor, al sufrimiento, al peligro. 
En estas circunstancias el ser vivo, huye, se esconde, se defiende. 
La fuerza que antes se empleaba en buscar el placer,  se transforma ahora en luchar contra el posible displacer. 
El ser vivo no ataca por placer, sino para defenderlo, para no perderlo.  
Estamos hablando aquí de no atacar a un congénere.  Ataca si, a otros animales de los que se alimenta, pero incluso ese ataque se da solo para saciar su hambre, no por agresividad contra esos otros animales. 
Saciada su hambre no ataca. Y no ataca nunca a uno de su misma especie. 

Observación, búsqueda, apropiación, dominio, conocimiento, acción, van unidas, ligadas a la propia vida, propiciadas por la vida, para poder vivir. En esa apropiación del medio ambiente el ser vivo se encontrará con conflictos, trabas, obstáculos que habrá que salvar, se encontrará con otros seres vivos que, en la búsqueda también de su propia supervivencia despliega a la vez su energía y que quizá sea antagónica y haya que enfrentarse a ella. Ese ser vivo a su vez, puede ser de otra especie, pero también puede ser de la misma.
Con su misma especie se ha generado un consenso, con los de otra especie no, o quizá en cierta forma también.

Todo forma parte de la vida en su proceso. Se generan acuerdos de supervivencia. Con la misma especie es más lógico, está más ligado a la propia supervivencia. El individuo depende de su especie. Es entre toda la especie que se generan comportamientos propios. Acuerdos y relaciones propias. Aunque también siempre existe una propia e individual supervivencia. Y por ello un enfrentamiento con los demás si llega el caso. La agresividad forma parte de esa fuerza, de ese impulso vital de búsqueda de vida y de defensa si llega el caso de sentirse a su vez agredido.

Si un ser que es impedido ser por otra fuerza, no se defiende, es que ha perdido su capacidad de ser. Si un esclavo no lucha por ser libre es que ha perdido la capacidad de SER libre, o simplemente de SER.

No existe agresividad por otra parte, sin su contrario, al que podríamos denominar afecto, paz, tranquilidad. A la lucha por la supervivencia siempre le sigue la calma de lo conseguido.  La calma y la agresión son los extremos de una misma línea. Son las dos caras de la misma moneda. No existe la una sin la otra. Las dos caras forman parte de la misma energía vital. -Como nos dice el Tao, no existe la dualidad, lo blanco o lo negro, la luz o la oscuridad, ambas son las dos caras de lo mismo, no existe una sin la otra. Hay que integrar las dualidades-. Unas veces se manifiesta una, otras veces otra. Según corresponda. Es lógico que exista una fuerza por vivir y que exista la calma, la tranquilidad, el afecto. No es lógico que un ser vivo se someta o acepte una opresión, una explotación.

Esa energía vital se va modelando y puliendo con la vida.
En el proceso viviente de conocimiento y apropiación del medio ambiente próximo aparecen peligros. Esos peligros generan a su vez mecanismos de defensa. El mecanismo de defensa más arcaico y primordial es el miedo. El miedo es una emoción, una conmoción que afecta a todo el ser vivo íntegro. Es una transformación del organismo vivo para enfrentarse al peligro. Ante el miedo, el ser vivo ha de reaccionar para salvarse. Depende de seres, de circunstancias, de historias y procesos, la reacción puede ser de lucha o de huida, o de quedarse quieto lo cual puede ser una estrategia o una incapacidad para luchar y para huir. Luego el miedo es una reacción ante un peligro –real o imaginario- ante el que hay que defenderse, luchando o, si se percibe que no tiene posibilidad, huyendo o escondiéndose. En cualquier caso se produce una excitación. A la ausencia de peligro se produce el placer y la calma. El placer y la calma son antagónicos del miedo y de la agresión.

Otra cosa distinta pero derivada del miedo es el pánico -miedo excesivo e irracional-, no acorde con las circunstancias. Este miedo -pánico- es alimentado muchas veces por los políticos y por los medios de comunicación-manipulación, para dominar y desarmar a las masas con peligros ficticios y apartar su interés de lo que realmente les pueda importar, pero que a los políticos no les interesa que presten atención.

El ser humano puede cometer, comete, los actos más malvados de la naturaleza y de la vida. Esos actos están ligados a su agresividad.  Ahora bien, la agresividad, tiene su procedencia en diversas causas, se genera, y se cultiva de diversas formas.
Ante un hecho malvado de un ser humano, no se puede exclamar - ¡el ser humano es lo peor que hay! -  Eso es una generalización. Todos los seres humanos no han cometido esa maldad. Frente a esos seres malvados hay otros derrochando bondad. La misma persona que proclama que el ser humano es malvado, queda excluida de esa maldad ya que al denunciarlo se salva. Pero tampoco es justo que meta a todos los seres humanos en el mismo saco.
Yo creo, estoy convencido de ello, que el ser humano en general es “bueno por naturaleza”. Pero hay algo y alguien en su vida que le ha hecho malo. Con esto no quiero justificar ni perdonar al que se comporta de una manera malvada.

Considero que el ser humano viene dotado al nacer de una energía vital con la que fundamentalmente ha de hacerse a sí mismo. Se hace a sí mismo desarrollando sus capacidades en el medio entorno y en igualitaria relación con los demás. La educación ha de propiciarle ese desarrollo integral de su ser.  Si por el contrario, la educación se convierte en un adiestramiento o domesticación -lo que por otra parte es general-, donde al niño se le inhibe, reprime, castiga, culpabiliza, adoctrina, engaña, seduce, coartándole los impulsos vitales de explorar el medio y desarrollar sus capacidades, al niño se le convierte en un ser frustrado, desrealizado, alienado, castrado en su más íntimo y profundo ser. La energía que debía ser liberada en la exploración del medio, en su relación con los demás y en la realización del propio ser, queda de esa manera enquistada, reprimida, y se proyectará en actos violentos contra otros o contra sí mismo. Esa es la agresividad, y su causa general, la frustración.
 Si a esto se añade el adoctrinamiento, que suele ir muy ligado, es decir, la ideologización de la vida, la pertenencia a un clan, a una raza, a una religión, a una autoridad, esa agresividad reprimida en su realización vital es canalizada hacia los demás que no pertenezcan a su clan, raza, ideología o religión.
Así se forman los patriotas, los talibanes, los sectarios, los esclavos de las normas, religiones e ideologías, los que ensalzan a quienes les explotan, los que admiran al jefe, los que votan al gobierno que les ha llevado a la ruina.

Si la educación se entendiera y practicara, como el medio para desarrollar todas las capacidades humanas la agresividad no sería la fuente de conflictos y guerras actuales. La educación no ha de ser domesticación ni adoctrinamiento. El ser humano no es agresivo por haber sido “bien educado” utilizado este término como un eufemismo. Ser “bien educado” es tener buenos modales y comportamientos con los demás, no se trata de ser aparentemente amable, sonreír, pedir perdón, etc. Estos comportamientos están bien, pero cada uno los tiene que aprender en la vida, en la relación con los demás, no por la domesticación y  el castigo, porque entonces esos buenos modales no son más que mentiras, hipocresía pura y dura. Decir una cosa y hacer la contraria, como hace en general  el catolicismo, -y muchos políticos y hombres ricos-, predicar  el bien y practicar el mal.

La educación como desarrollo pleno de todas las capacidades humanas ha de desarrollarse en interrelación con los demás. En esa interrelación uno aprende a ser uno mismo y desarrollarse, teniendo en cuenta a los demás. Cada ser debe gestionar sus propias capacidades, pero a la vez hay otra parte que debe ser co-gestionada con los demás. Auto gestión y cogestión. Hay aspectos que pueden ser más o menos íntimos y  personales, -y pueden ser autogestionados  por uno mismo-, pero a la vez hay una parte, u otros aspectos que forman parte de la interrelación con los demás y por tanto han de ser cogestionados con los demás. En esa interrelación cogestionada uno ha de aprender a valorarse y respetarse a sí mismo tanto como a valorar y respetar a los demás. El Yo establecerá un equilibrio con los otros. La agresión mal entendida no tiene necesidad de aflorar, ni explotar. Porque cada uno razona consigo mismo y razona con los demás mediante la exposición de sus planteamientos o pareceres.

La agresión surge de la insatisfacción, de la frustración primigenia, de la coartación, de la incomprensión, del maltrato, de la indiferencia, de la impotencia. O como respuesta a la frustración por la insatisfacción de una necesidad.