Cuando el hombre atisba su pequeñez desea ser grande.
Busca amos a los que servir para así parecer grande y sentirse protegido.
Cuando no los encuentra se los inventa.
La magia y los mitos crecen como torrentes.
Todos queremos ser dioses.
Creamos a dios a nuestra imagen y semejanza, según nuestros deseos y sueños.
Creamos a dios para ser admirados, alabados, rezados, ensalzados, para que nos coloquen en un altar, para que sacrifiquen inocentes a nuestra gloria, para que nos celebren misas, rosarios, procesiones, para que nos suban a los cielos por los siglos de los siglos, amén.
Es imposible desprenderse ya de tanta codicia y lujuria.
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