Somos lo uno y lo contrario –dios y el demonio–.
También dios y el demonio son paradójicos:
Uno, el señor de la guerra y de la paz, del odio y del amor, de la compasión y de la destrucción;
El otro, mentor de la belleza y de la fealdad, de la mentira y de la verdad, de la luz y de la sombra.
La tiniebla es la luz de los que ven, la luz es la tiniebla de los que quieren ver.
La guerra es el placer del poder, del que sentado en su sillón manda matar, porque él nunca va a morir.
La paz, para él, es el regusto de su poder y de su destrucción, de la acumulación de su avaricia, la invasión de su ego.
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