EL
SENTIDO REALIZADOR DE LA JUBILACIÓN
Joaquín
Benito Vallejo
Jornadas: El ocio en la tercera edad.
Organizadas por Actilibre – Expo Ocio
Abril 1990. Madrid –
Preámbulo
Abordo esta comunicación desde una perspectiva
crítica pero no exhaustiva ni totalizadora en modo alguno. Por el contrario, más
bien parcial.
Dejo al margen, conscientemente, aspectos que no interesa
subrayar.
Unos porque son muy conocidos
y otros por apartarse de mi enfoque. Eludo, por otra parte, aspectos
excesivamente técnicos que podrían resultar áridos.
Pretendo un acercamiento a
los conceptos relacionados con la ancianidad, desde su acepción más pura y
lineal, optando por la concepción, a mi parecer, más sublime.
Diseñando sobre
ella el boceto de un modelo
bio-psico-socio-cultural que sirva para poner en rodaje un programa de
actividad para las personas mayores, -los viejos-, con el objetivo de que lo
más hermoso de su humanidad, las características más esenciales de lo humano,
perduren y se potencien hasta el último momento.
Aún
siendo solo apuntes que van conformando una idea, me conducen directamente a
chocar contra la utopía. Pero creo que hay que enfrentarse a ella.
No podemos
esconder la cabeza y seguir eludiéndola.
Ella está girando en torno nuestro
desafiante.
Si no lo hacemos permaneceremos atados al pasado.
“Tercera Edad”: concepto engañoso
Demasiado a menudo se utiliza el lenguaje para no
entenderse. Inconscientemente o no, se utilizan todos los medios para que ese
lenguaje nos envuelva y se apropie de nosotros. El hábito lo institucionaliza y
la institución lo habitúa. –y lo naturaliza-. El hábito puede impedirnos ser
una base de progreso pero cuando encarna realmente lo contrario a un proceso de
cambio y de adaptación permanente al
medio, adquiere el peor de los sentidos.
Tanto
afán por desvirtuar el lenguaje y que esa desvirtuación se extienda
inexplicablemente debe tener una explicación. El lenguaje desvirtuado no pierde
el sentido sino que adquiere otro distinto.
Aunque
carente de todo contenido científico a cualquier nivel, el concepto de “Tercera
Edad” tiene una significación precisa, pero no es aquella que aparenta, sino la
que esconde.
Como
todo eufemismo –palabra bonita para denominar algo que creemos feo-, su
significación hay que buscarla en la fealdad que pretende ocultar. Es una
máscara bajo la cual hay que rebuscar si de verdad queremos saber lo que
esconde. Quizá no queramos saberlo nadie, ni las instituciones ni las personas.
Y por esa razón adquiramos tan fácilmente el hábito, porque ello supone una
justificación de nuestro comportamiento.
Lo que
hoy todo el mundo llama “Tercera Edad” siempre se ha llamado vejez.
¿Qué
tiene de feo la vejez para que se adopte ese calificativo, en el mejor de los
casos “cariñoso”?
A mi
modo de ver, la visión que tenemos de la vejez es mala, porque nos han
inculcado que la vejez supone la pérdida de algo que también nos habían
inculcado como bueno. La sociedad ha ensalzado la juventud adornándola con una
serie de tópicos. En contraposición debe desvalorizar la vejez al carecer de dichos tópicos y añadirle otros
distintos.
Lo desvalorizado inmediatamente se convierte en marginal y segregativo. Pero
como esos viejos son nuestros padres, -y nosotros también seremos viejos-,
adquirimos un complejo de culpa y adoptamos un comportamiento y un calificativo
que lo encubre. Un calificativo “cariñoso” y un comportamiento caritativo,
condescendiente, de favor y de limosna.
Donde la justicia ha sido raptada se preconiza la caridad. Y se refleja en una política, en su grado más
óptimo, de entretenimiento y distracción. Matar el tiempo. No aprovecharlo para
vivirlo y desarrollarse plenamente.
Como
todo eufemismo adquiere un nuevo significado, calificando más a quien lo
utiliza –por su comportamiento-, que a quien va dirigido.
Una
sociedad competitiva, individualista, cuyo valor supremo es la productividad,
rechaza todo lo que no sea productivo. No valora a la persona por sus
capacidades humanas, sino como objeto o máquina productiva. Después de pasarse
toda una vida exprimiendo la máquina
obligándola a superproducir, cuando la máquina se agota se la arrincona y nos
olvidamos de ella. Lo mejor para esa maquinaria económico social es que cuando
la máquina, -la persona- no produce lo que se esperaba, se la aproveche para
chatarra, -se la inhabilite, se la retire, muera-. Esta sociedad ve al
viejo como una carga, porque tiene que
alimentar una máquina que ya no produce.
Su condición absolutamente explotadora no quiere reconocer
que esa máquina –el viejo- ha estado pagando muy caro, durante toda su
vida, la vejez de ahora.
No es caridad
ni favor hacer que su vejez sea plácida y llena de disfrute. Es sencillamente
su derecho. Y la sociedad tiene la
obligación de cubrirlo. Pero esta sociedad además cree, se justifica creyendo,
que los ancianos no tienen necesidades como los adultos o los jóvenes. –Son
considerados vegetales o animales rumiantes o se les convierte en ello-, con lo
cual, con un regalito cariñoso se quedan tan contentos. Además, el sistema ha
descubierto la forma de “reciclar” a los viejos. Si no producen que consuman.
Así la máquina seguirá siendo rentable. Y este es el ocio que se ha creado para
ellos. Matar el tiempo que les va quedando, pero… consumiendo.
“Tercera
Edad” tiene además un significado clasista. Solo se denomina así a la masa
pobre, baja e inculta que vive de los Servicios Sociales. La denominación no es
aplicable a políticos, intelectuales, banqueros, artistas… etc.
Un
nombre in-significante, -sin significado- para ocultar muchos significados. Una
ideología y unos comportamientos. Se oculta lo que se piensa, lo que se hace,
lo que se debe hacer y se exorciza la culpa, la mala conciencia.
Vejez: proceso final del desarrollo
El ser humano es una entidad bio-psico-social, tres
aspectos que se conforman mutua y dialécticamente. Cada uno influye en los
demás, determinando y siendo determinado a la vez por ellos. Y de esa
dialéctica depende el ser humano. Es necesario tener presente siempre esta
perspectiva. Si algo falla hay que indagar dentro de esa interacción, tratando
de delimitar los campos de donde pueda proceder. Cuál es la causa y cuál el
efecto.
Formando
parte de un proceso evolutivo de doble vertiente, hacia atrás el proceso
filogenético –las especies- donde la
vida se asienta casi exclusivamente en un proceso biológico. Dentro del ser
humano, el desarrollo –ontogenético-, se dirige más hacia lo social. Sin
embargo, no puede concebirse la sociedad
como una entidad alejada de la naturaleza. En el ser humano lo social es
inherente a lo natural. Lo natural deja de ser exclusivamente biológico. Lo que
determina la esencia del ser humano es convertir en realidad lo que únicamente
es potencial, lo inscrito genéticamente, que solo mediante la interacción
social llegará a aflorar.
La
evolución del ser humano, -un proceso en sí mismo-, consta de otra serie de
procesos desde el nacimiento a la muerte. Cada proceso, por un lado, está
inscrito genéticamente desde la concepción pero depende de factores
externos, sociales, si aquel va a desarrollarse y cómo y de qué manera
ocurrirá.
La vejez es considerada la etapa final,
anterior a la muerte, del desarrollo ontogenético. Olvidando a menudo la
dialéctica bio-psico-social vemos la vida y sus fases como compartimentos
aislados. Las primeras etapas de la vida son consideradas como las de un
desarrollo progresivo de las capacidades y de un enriquecimiento de los
comportamientos y las actitudes. Mientras que la etapa final se describe como
una fase regresiva de la vida donde los comportamientos
van deteriorándose, las capacidades y aptitudes empobreciéndose y degradándose
hasta su extinción. Se la llama la etapa involutiva de la evolución.
El
error está en ver esta etapa llamada involutiva y degradante como algo natural
y genético. Pero todo lo contrario: para que se desarrollen las capacidades es necesaria
la acción estimulante del medio social. Por lo tanto, si los comportamientos se
empobrecen y degradan es porque el estímulo social ha dejado de existir.
Durante la etapa de la vejez se asiste a una
serie lenta de transformaciones visibles desde antes de los 40 años. Estos son
cambios físicos respecto al sistema piloso, a los tejidos. Cambios
estructurales en las células, cambios funcionales: de los sentidos, de la
motricidad, del sistema cardiovascular,
del digestivo… Basándose en unos u
otros se han elaborado diversas teorías
del envejecimiento, de las que prácticamente ninguna tiene en cuenta la
influencia socio ambiental y la forma de vida. Sin embargo, incluso en el
cambio más pequeño considerado físico o químico, puede encontrarse la
influencia de las condiciones de la forma de vida.
También
se ha aplicado el baremo de la degradación y de la pérdida para los procesos
psicológicos: sensaciones, percepciones, memoria, comprensión, inteligencia… En
su contra, otras investigaciones han
demostrado que siempre que esto ocurría, el que realmente estaba degradado era
el estímulo social. Lo que ocurre es que se está aplicando el carácter de
natural a lo que es habitual, a lo que ocurre a menudo, pero una cosa es que
sea habitual y otra natural. Con ello se
evade la responsabilidad social. En un medio social degradado, carente de estímulos,
un anciano de 80 años puede estar por debajo de las capacidades de un niño de 4
años. Por el contrario, en un medio rico en estímulos, el anciano de 80 años
puede estar en al plenitud de sus facultades, de modo muy similar a como estaba
a los 60 años. Los ejemplos que
demuestran esto son muchos, recordemos solo a Picasso, Kant, Churcill… En la
actualidad tenemos muchos más.
La
vejez es el resultado, mejor o peor, de la vida anterior desde la infancia. Se envejece como se ha vivido. De la calidad de lo vivido
depende la calidad de la vejez. La forma de vida que se haya desarrollado,
aún siendo particular y propia en cada persona, depende de las posibilidades
que la sociedad le haya proporcionado.
Así, las condiciones particulares son condicionadas por la historia, la
economía, la cultura, etc. Por ello el problema del envejecimiento es un problema social y hay
que abordarlo desde esa perspectiva. Hemos de cambiar las condiciones sociales
para mejorar la vejez. Lo demás son parches.
Jubilación, sentido lúdico.
El concepto de jubilación se presenta en la actualidad como dos
contrasentidos: dos significaciones contrarias y antagónicas. Por un lado el
sentido real y social de la jubilación
pero alejado del contenido semántico del término. Por otro el sentido lineal,
semántico, pero ideal y utópico. El primero con una significación traumática
mientras el segundo con una significación liberadora. Y aunque contrarios y
antagónicos a la vez uno está contenido dentro del otro.
El
concepto social, económico - laboral, de la jubilación es el cese definitivo de
la actividad laboral, mediante una imposición social o una ley estatal. Este
hecho en sí mismo puede carecer tanto del sentido traumático como del sentido
liberador. En las circunstancias actuales debería, quizá, tender más hacia el
aspecto liberador. Sin embargo, las condiciones lo inclinan mayoritariamente
hacia el sentido traumático. El sentido real por lo tanto, es un trauma. Y el
sentido lineal, ideal, es una falacia.
Yo
quiero aferrarme al sentido lineal de la palabra. Jubilación como júbilo,
sinónimo de alegría, placer, felicidad.
Mi deseo es convertir este sentido ideal y utópico en el sentido
real. Deshacer el contrasentido acabando
con el trauma. Pero hasta llegar a esa meta, un largo y arduo camino nos
espera. No debemos rehuir el camino por
largo y dificultoso. Aún sabiendo que nunca llegaremos al final hemos de
ponernos en marcha. Otros lo continuarán y seguro que podrán llegar al final
del camino.
¿Cómo
una persona que ha estado trabajando toda su vida, sin tiempo libre
prácticamente, quizá con un trabajo embrutecedor y nada realizador, no agradece
el momento de su retiro?
El
trabajo también encierra un contrasentido. Por un lado es un sufrimiento y por
otro supone una valorización. Para
disfrutar de una hay que pagar con la otra.
El camino para conseguir la valorización es el sufrimiento. De tal forma
que llega a tener más peso la
valorización. Porque es la única que se tiene en la vida y de la cual se
derivan otras.
En
este mecanismo, el tiempo libre supone únicamente el descanso necesario para
poder seguir trabajando. En ningún caso perder el tiempo, no hacer nada. Porque
esto se convertiría en una desvalorización.
La
dedicación a sí mismo, como desarrollo de sus potencialidades más íntimas se
centra exclusivamente en el trabajo y no en otros aprendizajes, aptitudes o
aficiones. Ese trabajo único se va a convertir en una tela de araña de donde le
va a resultar imposible salir.
Aunque
pudiera desligarse del trabajo y acrecentar y cultivar otras actividades, el
objetivo está en acaparar trabajo y de ese modo también valorización social
además de poder económico del que nunca va a poder disfrutar. Cuando llega el momento de su retiro se queda
sin ningún papel que representar. El asiento sobre el que se sentaba y se
sentía, se ha roto y ha caído al suelo.
No sabe hacer nada, nunca se preocupó
por ello, ahora tiene todo el tiempo del mundo y no sabe absolutamente
qué hacer con él.
Se
necesita otra concepción del trabajo, junto con otra concepción del tiempo
libre, que no sean antagónicas sino complementarias. Pero ello implicará otra concepción de la riqueza social, -de su distribución-,
y otra concepción del ser humano.
La
primera supone, en principio una redistribución del trabajo, de modo que se
trabajen menos horas, para tener más tiempo libre y además para que puedan
trabajar más personas. Es la única forma
de acabar con el paro, que la jubilación impuesta no ha conseguido, ya que en
el trabajo se ocupa el mayor tiempo posible.
Una
redistribución del trabajo y de los beneficios, más igualitaria, que hoy es
posible gracias al desarrollo de los medios de producción, pero a lo que no
están dispuestos quienes acaparan la mayor parte de esos beneficios. Y esa redistribución puede empezar a llevarse
a cabo ya, en cuanto a la jubilación.
Una jubilación no obligatoria, sino voluntaria
según las necesidades y posibilidades de cada persona. Y gradual para que el jubilado pueda ir adaptándose a la nueva vida y comience a buscar nuevas posibilidades de
actividad sin perder la profesional.
El ser
humano no puede ser valorado únicamente como agente de producción. Debe ser antes
valorado como persona, potenciando el desarrollo de sus capacidades más
esenciales e íntimas. Solo el ser humano autorrealizado en sí mismo puede
volcarse en la construcción social de forma solidaria.
En esa
concepción, trabajo profesional remunerado y otras actividades vocacionales no
profesionales, deben complementarse. El trabajo es la parte dedicada más
directamente a contribuir a la construcción social y debe ser lo más grata
posible. No alienante. Las otras
actividades no profesionales son las dirigidas a satisfacer las necesidades más
intimas y personales con las que las cualidades humanas van superándose y enriqueciéndose, y por
supuesto también contribuyen a enriquecer la sociedad, quizá de forma más cualitativa
y desde luego más libre. El tiempo no dedicado al trabajo, no puede ser un
tiempo muerto, sino un tiempo de disfrute total, creativo, realizador. Las
posibilidades de ello son prácticamente infinitas.
Solo
entonces la jubilación adquiriría el sentido lúdico del término, pero ya no sería
necesario porque el júbilo formaría parte de toda la vida.
Mientras
tanto hemos de dirigir nuestros esfuerzos porque la jubilación sea el momento donde empieza la alegría y desde ahí y para
siempre, el tiempo del placer. Una vez liberados del trabajo alienante, dediquemos toda la vida a
hacer lo que hasta ahora nos había estado prohibido. A vivir. A los 70 años aun
se puede aprender y descubrir la vida. No hay que perder el tiempo.
Para un modelo integral de jubilación
Volvamos, para terminar estas páginas, a
la unidad dialéctica bio-psico-social, que materializa y encarna el ser humano.
La
vida humana se encuentra en la encrucijada entre lo genético y lo adquirido. El
cuerpo es el soporte material de la persona.
La
tríada bio-psico-social conforma al ser humano. Y todos los aspectos que forman
esa personalidad han de verse en una interacción constante y nunca como
compartimentos aislados, sin relación
entre ellos o con relaciones unidireccionales.
Lo que
al humano diferencia de las demás especies es su dimensión psico-social. Esto
es lo que le confiere su esencia humana. En el desarrollo de la dimensión
psico-social centraré los esfuerzos del modelo programático que pretendo
esbozar.
El
cuerpo no es algo ajeno a esa dimensión. En el cuerpo se materializa el ser. En
el cuerpo y desde el cuerpo la personalidad se forma, se manifiesta y se
expande. Lo que la persona es se lo posibilita la sociedad a través del cuerpo.
Este es el medio posibilitador. Receptáculo, receptor y transmisor. Los
estímulos son recogidos por el cuerpo y enviados a la mente para que los
codifique. Lo social es adquirido y aprendido por el cuerpo mediante sus
canales sensoriales, -a la vez que estos van desarrollándose, agudizándose y
enriqueciéndose-. De este modo se va elaborando el contenido psíquico, se
integra y se organiza dando lugar a la representación mental. Ese bagaje,
creciendo continuamente va creando y
diversificando nuevos contenidos que revierten de nuevo a la sociedad,
-utilizando de nuevo el cuerpo como canal expresivo-, de variadas formas. La
sociedad se enriquece con ello, crea nuevas formas y lo vuelve a revertir a las
personas. El ciclo se repite y
retroalimenta continuamente.
La
sociedad no es aquí un ente ni una organización superior. Son las personas. En
esa relación persona – sociedad hay siempre cuerpos, personas. La relación se
da entre cuerpos y entre personas, siendo
la base primaria de esa relación corporal el afecto.
Volvamos
a subrayar diversos aspectos de la unidad cuerpo – mente.
Aún
siendo dos entidades distintas, cuerpo y mente se determinan mutuamente. Y
siempre todo planteamiento debe basarse
en esa interrelación. Sin embargo se
observan y pretenden vivirse como si fueran dos entidades completamente
distintas y contradictorias.
Existe
una preocupación excesiva, casi obsesiva, por el componente corporal en cuanto
elemento físico, separado de lo mental y poco o nada por este último. Pero cuanto más se desgaje el cuerpo de la
mente, más dejamos de ser humanos. Lo
que ocurre es que aunque nosotros los separemos intelectualmente, cuerpo y
mente siguen funcionando como una unidad indisoluble y esto nos salva. Pero
olvidarlo supone encarar los problemas
parcial y superficialmente.
Se
dedican importantísimos esfuerzos económicos y humanos para alargar la vida y
luchar por la salud física, más allá incluso de las fronteras previsibles, pero
pocos caminos se abren para engrandecer
el contenido psíquico y alejarse de la vida vegetal. Hoy, gran parte de ancianos
mantienen una vida meramente vegetal.
El
cuerpo debería observarse más como medio por el que la psiquis se forma y se
engrandece. Queremos cultivar el cuerpo
en este sentido y no en el de la belleza estereotipada, la fuerza muscular y la
competitividad.
Hay
que agudizar los canales sensoriales,
receptivos, para que a la mente llegue la máxima información y posibilitar también los canales de
expresión para que el contenido de la comunicación sea completo. De igual forma que el niño necesita cuanto más pequeño y más handicaps padezca,
una mayor estimulación, un mayor énfasis por desarrollar los canales
sensoriales, según sea su grado de deterioro en la vejez, necesitará más o
menos de estimulación sensorial. La mente es el resultado de las sensaciones,
vivencias y experiencias corporales. De la riqueza de éstas depende la psíquis. El cerebro las
organiza y estructura, creciendo a partir de ellas, el pensamiento y la
representación abstracta, y mediante diversos canales expresivos que -también hay que desarrollar- revierten al exterior. En la
elaboración propia, -creación- que la mente realiza partiendo de las informaciones
sensoriales y en la expresión posterior, -comunicación- , (que puede llegar a ser
ARTE), se encuentra la máxima realización humana. En esa comunicación se vuelca toda la
personalidad humana: emociones, sentimientos, vivencias, experiencias,
imágenes…
Y para
concluir, enumeremos a continuación una serie de puntos dirigidos a establecer
un modelo de actuación permanente con las personas de edad avanzada, desde la
etapa de la pre-jubilación, incluso
mucho antes, como un continuo reciclaje.
Basándonos
en la potenciación máxima de todas y cada una de las capacidades y
posibilidades del ser humano. Desde el ámbito interno, propio, individual,
hasta el ámbito intergrupal e
intergeneracional. Atendiendo
prioritariamente al grado de estimulación de la actividad y a su calidad y erradicando
las actividades cuyo grado y calidad de estimulación se acerquen a lo nulo o negativo.
Las formas
pasivas de entretenimiento en las que se
permanece como espectadores embobados, han de ser eliminadas. Hay que
acabar con la inercia y la pasividad como
hábito de vida, porque no son formas de vida, sino más bien formas de
muerte. La inercia y la pasividad es el camino de la vegetalización. La
actividad es vía de vida. El movimiento es vida. Genera vida y
humanización desde la filogénesis a la ontogénesis.
Mi
propuesta, aunque pueda considerarse en muchos casos, ambiciosa, sabiendo conscientemente
que los niveles que podamos alcanzar queden muy por debajo de nuestras
propuestas, los mantenemos claramente como meta, como camino a seguir y como
objetivos por los que tenemos que seguir
trabajando permanentemente.
·
Programas de
estimulación sensorio-psico-motora. (Táctilo, cutáneo, quinéstesico, visual,
auditivo) potenciando todo tipo de sensaciones: óseas, musculares, articulares,
tónicas, temporales, espaciales, desde prácticas como la psicomotricidad, la
eutonía, la relajación, el ritmo, la expresión corporal…
·
Programas de
estimulación hacia la creatividad, cualesquiera que sean sus formas o
manifestaciones (plástica, musical, escénica, visual…)
·
Programas de
aprendizaje de técnicas y manualidades.
·
Programas de
alfabetización y culturalización. Establecimiento del hábito de la lectura como
forma de acceso al mundo literario, desarrollando su fluidez y
comprensión. De igual forma posibilitar
el hábito de la escritura como forma de expresión y pensamiento.
·
Programas
educativos teórico – prácticos. Materias de interés general. Especialidades.
Temas de actualidad. Seminarios. Talleres. Deportes. Viajes culturales…
·
Programas de
participación socio – cultural entroncados en el medio.
·
Establecimiento
de canales de expresión y comunicación multimodal (verbal, corporal, escrita,
dramática, plástica, literaria, deportiva…)
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