Agresividad
Joaquín Benito Vallejo
Diversos autores, entre ellos Hobbes o
Lorenz, han considerado a la agresividad
como una pulsión innata en el hombre, y
en los animales, a la que se debe controlar. Otros por el contrario, Rousseau o
Kropotkin, creen que la naturaleza
humana es buena de por sí, siendo la sociedad la que hace malos a los
hombres.
Por otra parte, como señala Eibesfeldt,
el carácter innato de un comportamiento o disposición no implica que estos sean
inaccesibles a la influencia ambiental, ni deban tener un fin biológico
determinado. La agresividad es tan solo
una pulsión entre otras muchas disposiciones a la sociabilidad. La tendencia a
la cooperación y la ayuda mutua forma parte de muchas pautas de comportamiento
amistoso.
¿Si la agresión fuera innata, porqué la
socialización o esas otras pautas amistosas, no pueden neutralizarla?
Si la agresión se entiende como un
ataque violento verbal o físico, sin causa o razón aparente, simplemente con la
intención de causar daño físico o psíquico, o con la de conseguir distintos
beneficios, entonces deberíamos decir que la agresión no es un instinto innato
en el hombre ni en ningún animal.
La agresión desde este punto de vista,
tendría sus causas en trastornos psico-sociales de la personalidad del sujeto agresor, -de origen personal,
familiar, cultural, económico, social, político…-, pero nunca sería considerada
una pulsión innata o biológica.
Parece muy difícil discernir si la
agresión es innata o aprendida. Creo que se confunde el medio con el fin. Lo
que sí es biológico es la fuerza con que se manifiesta la agresividad. La
fuerza es el medio o la herramienta con que la agresión se expresa. La fuerza
es el medio, mientras que la agresividad es el objetivo.
Yo creo que lo que se llama agresividad forma parte
del tono o de la energía vital del ser viviente. En esa fuerza por la vida yace tanto
la defensa como la amistad. El ser vivo puede ser tierno o feroz según las
circunstancias. Debe serlo. Debe tener
el coraje de luchar contra un medio físico o ambiental hostil, precisamente por
su energía vital que busca la vida y lucha por ella. Lo mismo que debe
defenderse desplegando toda su fuerza, contra una humillación o un impedimento
o represión que busca su doblegación, aniquilamiento, esclavitud, explotación,
pérdida de su identidad o de sus atributos e impulsos vitales.
Si no luchara
contra su opresor, si no luchara por defender su individualidad o su
integridad, el ser vivo ya podría ser considerado muerto al haber perdido la
capacidad de defenderse, defender no solo su ser físico sino su psiquismo, su
autonomía y su identidad. (Y por ello no debería llamarse agresividad, sino
lucha o defensa por su identidad, por su ser. Quién no se defiende de una humillación
es que ha perdido su capacidad de ser) Otra cosa bien distinta es cuando ataca
o agrede a otro ser, sin razón ni causa justificada, porque si, sin más ni más.
El
ser vivo despliega su energía en su entorno buscando vivir, lo que le lleva a
investigar el medio ambiente, orientarse en él, conocerle…
Hay una fuerza innata generada por la vida y
generadora de vida.
La fuerza o la energía con la que el ser vivo se mueve en
la naturaleza, en su medio ambiente, por buscarse la vida en él. Por ser él.
Esta
energía le conduce a observar e investigar el medio para apropiarse del
alimento necesario para vivir.
Esa investigación del medio le posibilita
conocer y dominar ese ambiente.
El ser vivo nace con una serie de
predisposiciones para ello heredadas de sus antepasados, las cuales solo
necesita ejercitar. Entre esas predisposiciones heredadas, están las señales de
alerta ante lo desconocido, ante un posible peligro, ante el cual debe
defenderse o huir o esconderse.
La lucha por la vida no es agresividad, es el
coraje, la fuerza, la vitalidad, la motivación con la que el ser vivo se
desarrolla.
Las emociones están ligadas a la vida. Todas, podríamos decir,
derivan del placer y del displacer. A la
vez que se produce el placer se genera
el miedo a perder ese placer, el temor al displacer, al dolor, al sufrimiento,
al peligro.
En estas circunstancias el ser vivo, huye, se esconde, se defiende.
La fuerza que antes se empleaba en buscar el placer, se transforma ahora en luchar contra el
posible displacer.
El ser vivo no ataca por placer, sino para defenderlo, para
no perderlo.
Estamos hablando aquí de no
atacar a un congénere. Ataca si, a otros
animales de los que se alimenta, pero incluso ese ataque se da solo para saciar
su hambre, no por agresividad contra esos otros animales.
Saciada su hambre no
ataca. Y no ataca nunca a uno de su misma especie.
Observación, búsqueda, apropiación,
dominio, conocimiento, acción, van unidas, ligadas a la propia vida,
propiciadas por la vida, para poder vivir. En esa apropiación del medio
ambiente el ser vivo se encontrará con conflictos, trabas, obstáculos que habrá
que salvar, se encontrará con otros seres vivos que, en la búsqueda también de
su propia supervivencia despliega a la vez su energía y que quizá sea
antagónica y haya que enfrentarse a ella. Ese ser vivo a su vez, puede ser de
otra especie, pero también puede ser de la misma.
Con su misma especie se ha generado un
consenso, con los de otra especie no, o quizá en cierta forma también.
Todo forma parte de la vida en su
proceso. Se generan acuerdos de supervivencia. Con la misma especie es más
lógico, está más ligado a la propia supervivencia. El individuo depende de su
especie. Es entre toda la especie que se generan comportamientos propios.
Acuerdos y relaciones propias. Aunque también siempre existe una propia e
individual supervivencia. Y por ello un enfrentamiento con los demás si llega
el caso. La agresividad forma parte de esa fuerza, de ese impulso vital de
búsqueda de vida y de defensa si llega el caso de sentirse a su vez agredido.
Si un ser que es impedido ser por otra fuerza,
no se defiende, es que ha perdido su capacidad de ser. Si un esclavo no lucha por ser
libre es que ha perdido la capacidad de SER libre, o simplemente de SER.
No existe agresividad por otra parte,
sin su contrario, al que podríamos denominar afecto, paz, tranquilidad. A la
lucha por la supervivencia siempre le sigue la calma de lo conseguido. La calma y la agresión son los extremos de
una misma línea. Son las dos caras de la misma moneda. No existe la una sin la
otra. Las dos caras forman parte de la misma energía vital. -Como nos dice el Tao,
no existe la dualidad, lo blanco o lo negro, la luz o la oscuridad, ambas son
las dos caras de lo mismo, no existe una sin la otra. Hay que integrar las
dualidades-. Unas veces se manifiesta una, otras veces otra. Según corresponda.
Es lógico que exista una fuerza por vivir y que exista la calma, la
tranquilidad, el afecto. No es lógico que un ser vivo se someta o acepte una
opresión, una explotación.
Esa energía vital se va modelando y
puliendo con la vida.
En el proceso viviente de conocimiento y
apropiación del medio ambiente próximo aparecen peligros. Esos peligros generan
a su vez mecanismos de defensa. El mecanismo de defensa más arcaico y
primordial es el miedo. El miedo es una emoción, una conmoción que afecta a
todo el ser vivo íntegro. Es una transformación del organismo vivo para
enfrentarse al peligro. Ante el miedo, el ser vivo ha de reaccionar para
salvarse. Depende de seres, de circunstancias, de historias y procesos, la
reacción puede ser de lucha o de huida, o de quedarse quieto lo cual puede ser
una estrategia o una incapacidad para luchar y para huir. Luego el miedo es una
reacción ante un peligro –real o imaginario- ante el que hay que defenderse,
luchando o, si se percibe que no tiene posibilidad, huyendo o escondiéndose. En
cualquier caso se produce una excitación. A la ausencia de peligro se produce
el placer y la calma. El placer y la calma son antagónicos del miedo y de la
agresión.
Otra cosa distinta pero derivada del
miedo es el pánico -miedo excesivo e irracional-, no acorde con las
circunstancias. Este miedo -pánico- es alimentado muchas veces por los
políticos y por los medios de comunicación-manipulación, para dominar y
desarmar a las masas con peligros ficticios y apartar su interés de lo que
realmente les pueda importar, pero que a los políticos no les interesa que
presten atención.
El ser humano puede cometer, comete, los
actos más malvados de la naturaleza y de la vida. Esos actos están ligados a su
agresividad. Ahora bien, la agresividad,
tiene su procedencia en diversas causas, se genera, y se cultiva de diversas
formas.
Ante un hecho malvado de un ser humano,
no se puede exclamar - ¡el ser humano es lo peor que hay! - Eso es una generalización. Todos los seres
humanos no han cometido esa maldad. Frente a esos seres malvados hay otros
derrochando bondad. La misma persona que proclama que el ser humano es malvado,
queda excluida de esa maldad ya que al denunciarlo se salva. Pero tampoco es
justo que meta a todos los seres humanos en el mismo saco.
Yo creo, estoy convencido de ello, que
el ser humano en general es “bueno por naturaleza”. Pero hay algo y alguien en
su vida que le ha hecho malo. Con esto no quiero justificar ni perdonar al que
se comporta de una manera malvada.
Considero que el ser humano viene dotado
al nacer de una energía vital con la que fundamentalmente ha de hacerse a sí
mismo. Se hace a sí mismo desarrollando sus capacidades en el medio entorno y
en igualitaria relación con los demás. La educación ha de propiciarle ese
desarrollo integral de su ser. Si por el
contrario, la educación se convierte en un adiestramiento o domesticación -lo
que por otra parte es general-, donde al niño se le inhibe, reprime, castiga,
culpabiliza, adoctrina, engaña, seduce, coartándole los impulsos vitales de
explorar el medio y desarrollar sus capacidades, al niño se le convierte en un
ser frustrado, desrealizado, alienado, castrado en su más íntimo y profundo
ser. La energía que debía ser liberada en la exploración del medio, en su
relación con los demás y en la realización del propio ser, queda de esa manera
enquistada, reprimida, y se proyectará en actos violentos contra otros o contra
sí mismo. Esa es la agresividad, y su causa general, la frustración.
Si
a esto se añade el adoctrinamiento, que suele ir muy ligado, es decir, la
ideologización de la vida, la pertenencia a un clan, a una raza, a una
religión, a una autoridad, esa agresividad reprimida en su realización vital es
canalizada hacia los demás que no pertenezcan a su clan, raza, ideología o religión.
Así se forman los patriotas, los
talibanes, los sectarios, los esclavos de las normas, religiones e ideologías,
los que ensalzan a quienes les explotan, los que admiran al jefe, los que votan
al gobierno que les ha llevado a la ruina.
Si la educación se entendiera y
practicara, como el medio para desarrollar todas las capacidades humanas la
agresividad no sería la fuente de conflictos y guerras actuales. La educación
no ha de ser domesticación ni adoctrinamiento. El ser humano no es agresivo por
haber sido “bien educado” utilizado este término como un eufemismo. Ser “bien
educado” es tener buenos modales y comportamientos con los demás, no se trata
de ser aparentemente amable, sonreír, pedir perdón, etc. Estos comportamientos
están bien, pero cada uno los tiene que aprender en la vida, en la relación con
los demás, no por la domesticación y el
castigo, porque entonces esos buenos modales no son más que mentiras,
hipocresía pura y dura. Decir una cosa y hacer la contraria, como hace en
general el catolicismo, -y muchos
políticos y hombres ricos-, predicar el
bien y practicar el mal.
La educación como desarrollo pleno de
todas las capacidades humanas ha de desarrollarse en interrelación con los
demás. En esa interrelación uno aprende a ser uno mismo y desarrollarse,
teniendo en cuenta a los demás. Cada ser debe gestionar sus propias
capacidades, pero a la vez hay otra parte que debe ser co-gestionada con los
demás. Auto gestión y cogestión. Hay aspectos que pueden ser más o menos
íntimos y personales, -y pueden ser
autogestionados por uno mismo-, pero a
la vez hay una parte, u otros aspectos que forman parte de la interrelación con
los demás y por tanto han de ser cogestionados con los demás. En esa
interrelación cogestionada uno ha de aprender a valorarse y respetarse a sí
mismo tanto como a valorar y respetar a los demás. El Yo establecerá un
equilibrio con los otros. La agresión mal entendida no tiene necesidad de
aflorar, ni explotar. Porque cada uno razona consigo mismo y razona con los demás
mediante la exposición de sus planteamientos o pareceres.
La agresión surge de la insatisfacción,
de la frustración primigenia, de la coartación, de la incomprensión, del
maltrato, de la indiferencia, de la impotencia. O como respuesta a la
frustración por la insatisfacción de una necesidad.
En la Escuela Reichiana hablamos mucho de la diferencia entre agresividad, que es natural y saludable, y destructividad, que es el camino que se coje cuando se cierran las puertas de la expresión directa. Un animal agrede, no destruye. El ser humano sí, destruye desde la profunda rabia y perversión, cuando se inhibió su natural expresión. El niño al que se prohibió pegar, al que domesticaron premiando la inhibición de sus gustos, de su vitalidad... Ese niño al que no permitieron gritar, ni patalear... Se convierte en adulto astuto en el peor sentido de la palabra, y posiblemente destruirá lo que otros construyan, y lo hará sutilmente... Será esomque podemos llamar malo... Aunque en el fondo de él sólo hay un niño ansioso temeroso al que nadie dio identidad.
ResponderEliminarGracias Encarna por tu comentario. Si de acuerdo en todo. Pero yo erradico la palabra agresividad. Lo veo que forma parte de fuerza vital. Cuando no te dejan ser tienes que defenderte o atacar. En caso contrario, si no reaccionas, es que ya han acabado contigo, es que hasta esa fuerza vital está anulada. La energía de la vida ha de saber acariciar y golpear. Cada cosa cuando es necesario.
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