DIALOGO TÓNICO – Dialogo corporal madre hijo.
Joaquín Benito Vallejo
Ya
hemos proclamado que la cualidad
psicosocial del ser humano es inseparable de su condición de ser humano.
No se puede ser humano sin ser social. Si el ser vivo es ambiental por naturaleza,
el ser humano es también social por naturaleza.
Si todos los organismos vivos nacen
y conviven con otros organismos, sin los cuales ellos no habrían tenido las
posibilidades de ser ni de vivir, si en un principio, el organismo nació del
ambiente y fue este el que le propició las condiciones y posibilidades de
desarrollarse, generándole órganos, sentidos, capacidades y comportamientos, el
ser humano depende absolutamente de los demás seres humanos. Sin ellos no
habría nacido, no podría desarrollarse físicamente, ni tampoco psíquicamente,
adquiriendo una personalidad propia.
La motivación para vivir nos la dan los
demás.
La principal motivación para vivir
reside en la relación con los demás. Son ellos los que nos enseñan a vivir y a
ser. Aprendemos a ser, a construir nuestra identidad, en la relación y la comunicación con los
otros. Los demás son nuestro estímulo y nuestro modelo. Y es en contra de ese
modelo o buscando otros modelos más satisfactorios como crece la identidad
personal. Los demás nos dan sus afectos y su cuidado, cuando al nacer somos
incapaces de hacerlo. Todo lo que hacemos es hecho para, por y con los demás.
Para obtener su afecto o su valoración, para llamar su atención, para
demostrarles que estamos vivos y presentes. Lo peor es la indiferencia. Ser
indiferente para los demás es no existir, por ello es mejor existir
valorándonos mal que no existir. Aquellos que se han sentido profundamente
indiferentes para los demás, hacen cualquier cosa para demostrar su presencia y
su existencia, desde ser dadivosos en extremo, resultar atosigantes o
invasores, hasta cometer fechorías, trastadas, delitos, etc. Lo importante es
ser tenido en cuenta por los demás. Muchos niños problemáticos, lo son por esta
razón y pueden llegar a ser delincuentes de mayores.
Morimos por falta de afecto.
Se puede morir por falta de afecto,
como lo ha demostrado la investigación de Spitz con los niños diagnosticados
por síndrome de “hospitalismo”. El mayor trauma, la mayor depresión que le
puede acaecer a una persona mayor es la pérdida del afecto, también. Una
pérdida de este tipo lo constituye la jubilación, que significa la pérdida de
la valoración como ser productivo y válido, acompañada de la pérdida de los
amigos y compañeros de trabajo, con el consiguiente aislamiento. Pero sobre
todo, las pérdidas más graves a esas
edades avanzadas, lo constituye el abandono de los hijos u otros
familiares, de la que cabe destacar la muerte del cónyuge. Esta última está
considerada por los expertos, como el más grave desencadenante de estrés,
depresión y pérdida de las ganas de vivir, que puede conducir a un proceso más
o menos largo concluyendo en la propia muerte. Para vivir solo y sin afecto,
mejor es morirse, deben sentir esas personas en su aislamiento y pérdida de los
seres queridos.
El diálogo tónico
La primera forma de comunicación.... Seguir leyendo...
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