Los
tres cerebros y la personalidad
El mismo autor de la teoría de los tres cerebros, McLean, expuso la hipótesis, de que
algunos humanos se comportan según los cerebros primitivos reptiliano y
límbico. Esto no significa que son seres retrasados cerebralmente. Si, efectivamente, responden con similitudes
reptilianas o límbicas, es porque han estado sometidos a la pobreza educativa y
cultural, que desemboca en la ignorancia
y la carencia de realización superior.
Los primeros cerebros se ocupan
fundamentalmente de que el estamento material físico y orgánico funcione a la perfección,
sin embargo, en el tercer cerebro donde ya ha florecido el psiquismo, su
objetivo fundamental es desarrollar las capacidades que este cerebro
posibilita.
Hay que considerar siempre que en el
ser humano existe una parte biológica y otra social. A medida que pasamos del
primer cerebro al tercero la intervención social se va haciendo más importante
y esencial. El psiquismo florece y se desarrolla fundamentalmente mediante la
socialización. Las necesidades orgánicas primarias se desarrollan sin nuestra intervención
voluntaria, pero las necesidades superiores psicológicas necesitan más de los
recursos, motivaciones, estímulos y deseos, dependientes la mayoría del
favorecimiento social y en última instancia de la voluntariedad. Lo
involuntario es biológico, -correspondiente al cerebro vegetativo- lo
voluntario es más social –correspondiente al cerebro cortical racional-. Por
tanto, las necesidades superiores psíquicas, dependen más del facilitamiento
social que de la prescripción biológica. Las condiciones ambientales y sociales
son distintas en el reptil que en el humano para desarrollarse. El reptil nace
con todo aprendido, el humano ha de aprenderlo todo.
Si en el último estadio cerebral las
necesidades primarias como la alimentación, la vivienda, la seguridad, la
protección no están satisfechas convenientemente habrá dificultades para
satisfacer las necesidades superiores. Estas no pueden ser satisfechas en casos
de miseria o pobreza, en las que todas las capacidades han de estar volcadas en
trabajar para poder comer, antes que en desarrollar otras capacidades
superiores. Lógicamente, el cerebro humano es el superior y último respecto de
los anteriores cerebros, más primitivos. Y debería haber superado las
manifestaciones de aquellos o tener satisfechas las necesidades más primarias.
Su racionalidad debería evaluar, coordinar, conducir o inhibir los
comportamientos primitivos. Debería delimitar lo que es lógico y lo que es
absurdo, respecto a los otros cerebros. Sin embargo, en cada uno de nosotros persisten en mayor o menor grado,
comportamientos primitivos característicos de los anteriores cerebros o de
fases anteriores del desarrollo evolutivo, debido a carencias y en definitiva a
la falta de realización personal.
Los rasgos de cada cerebro son
considerados biológicos, pero la personalidad es un componente psicológico
determinado por la sociedad y la educación. Son estas instancias las
responsables mayormente de la personalidad de los individuos. El sistema social
injusto y clasista es responsable de los comportamientos primitivos. Lo más
grave, es que estos no son hechos aislados sino que una gran parte de la
sociedad está influida por esos comportamientos rudimentarios y arcaicos porque
han sido mantenidos en la pobreza sin
posibilidad de estudios ni de desarrollo
superior. Aunque también hay que decir que personas con estudios
superiores mantienen esas deficiencias porque se puede saber mucho de un tema
–como es el tema del futbol, por ejemplo, del que se tienen todos los
conocimientos habidos y por haber hasta la saturación-, y no tener resueltas
las necesidades psíquicas superiores. Lo mismo se puede decir de cualquier otra
carrera universitaria. Saber mucho de una especialidad determinada y tener una
nulidad en humanismo. Se estudian cosas de alto grado, técnicas, mecanicistas,
para ganar más o poder manipular mejor al prójimo pero no preocuparse en
absoluto de dedicarse a sembrar y practicar el bien entre la gente. Saber más
no significa SER más, el conocimiento aunque es importante no es determinante, ya
que puede utilizarse para saber cosas banales o peor aún, aprender y practicar maldades.
Hay que utilizar el conocimiento para ser mejor uno mismo y ser mejor para los
demás, ayudándoles en sus necesidades y carencias.
Las necesidades, capacidades y
potencialidades humanas delimitadas por su biología buscan su realización psíquica superior, de conocimiento, de colaboración, de
justicia, de libertad, de creatividad. (Maslow 43) Cuando estas
necesidades superiores no han podido ser realizadas a causa de la represión de
sus impulsos vitales, se desarrollan en compensación mecanismos neuróticos
caracterizados en gran parte por los rasgos de los cerebros primitivos.
Una parte pequeña de la sociedad vive
en el lujo mientras la otra gran parte sobrevive en la pobreza. La primera es
educada y enseñada para vivir a costa de los demás, mientras la segunda ve como
el fruto de su trabajo sirve para satisfacer el lujo de unos pocos. A los
pobres se les domestica para acostumbrarse y aceptar su pobreza, mientras a los
ricos se les enseña a desarrollar la codicia. Ni unos ni otros satisfacen sus
necesidades humanas superiores descritas antes, unos son depredadores, los otros
depredados. Una gran parte de la sociedad sobrevive por un trabajo precario del
que depende toda su vida, sin recursos para acceder a una educación y cultura
superior. Descienden de unos padres con más miseria aún que ellos y transmiten
a sus hijos su precariedad, su miedo, su dependencia, su inseguridad, -su
incultura y su servidumbre-
El SER se hace cuando cada uno ha
descubierto sus potencialidades y las ha convertido en realidad, cuando ese
descubrimiento se ha convertido en una necesidad psíquica vital.
El ser humano debe haber superado los
rasgos comportamentales características de los dos cerebros primitivos para
encontrarse en el tercero y desarrollar esas capacidades que aún permanecen
ocultas, pero que algunos pocos ya han llegado a alcanzar. Debemos tener satisfechas
las necesidades primarias de alimentación, cuidado, respeto, afecto,
comprensión para poder acceder paulatinamente a las necesidades superiores transpersonales,
trascender el ego, para proyectarse fuera, hacia la humanidad y la tierra,
cualidades que son las que posibilitan que el ser humano sea superior. Acabar
con la mezquindad, la usura, la codicia y desarrollar la bondad. El ser humano
necesita que la sociedad posibilite y respete su libertad y su derecho para
poder desarrollar sus capacidades y potencialidades internas y compartirlas con
los demás. Las necesidades primarias son materiales, las necesidades superiores
son psíquicas y transpersonales.
Enumeramos a continuación los puntos más
característicos de los humanos comparados con los reptiles: 1º el comportamiento
instintivo; 2º la defensa de la supervivencia; 3º la defensa del territorio; 4º
la desconfianza en los demás; 5º la sociopatía:
(1) El carácter instintivo de la conducta reptiliana
es lo más definitorio y lo que va a ser considerado en los humanos para
calificarles como reptilianos. El comportamiento en general se desarrolla por
medio de instintos, -mecanismos que
funcionan como reflejos-, como interruptores automáticos. Las características
del cerebro reptiliano se
manifiestan en los humanos como: dominio de lo instintivo sobre lo racional. Si el pensamiento racional es
considerado característico de la especie humana, los humanos considerados como
reptilianos actúan con grandes dosis de automatismos reflejos. Lo que significa que muestran esquemas fijos de
pensamiento y comportamiento, mecanismos rutinarios, repetitivos, compulsivos,
mantenimiento de tareas y horarios fijos, estereotipos, dichos, refranes,
manías, fobias, costumbres antiguas, formas
cotidianas de realizar las tareas que no son pensadas sino copiadas
miméticamente de los antepasados, padres o gentes del lugar, les gustan los
rituales y las ceremonias. Por otra parte, estos comportamientos funcionan como
actos defensivos irracionales sobre la propia persona y sobre las cosas
consideradas como pertenecientes a ellos -casa, edificio, tierra, pueblo,..-. Es
en esos actos donde la persona se siente segura e incluso se apoyan en ellos como
signos de identidad.
(El mecanismo de defensa innato y
natural para mantener su supervivencia ante un supuesto peligro, adopta el
cariz de forma compulsiva, irracional, aprendida tanto de los padres como por
sí mismo en su historia personal, como una medida de seguridad, que puede convertirse en agresiva
en mayor o menor grado, y también considerar que todos cuantos le rodean son posibles
enemigos. Esto también puede ser así
porque desde su infancia se les ha educado en estos comportamientos. Sin
embargo, no todos son considerados enemigos porque aquí se inmiscuye el segundo
cerebro –límbico y emocional- que prioriza la consanguineidad como vínculo y que considera entonces que sus
familiares forman parte de su yo, sus pertenencias, sus necesidades y
prioridades. A esto se añade además la construcción de una ideología
–otra superestructura de los mecanismos de defensa-. Pero todo ello, repetimos,
es debido a la falta de realización y la
consiguiente carencia de identidad propia,
que necesita como compensación esas otras superestructuras para poder sentirse
alguien y seguro. La persona no realizada no ha desarrollado sus propias
habilidades y potencialidades propias, correspondientes al hacer, reflexionar,
crear, dar, compartir, conocer, saber.... Por tanto, carece de identidad propia
sólida, de rasgos que le caracterizan a él mismo y le diferencian de los demás.
En compensación a esas carencias vitales necesita otra cosa para fortalecer sus
carencias. Necesita otros aditamentos, adornos, ropajes, maquillajes,
mamposterías, superestructuras. Este papel lo desempeñan la consanguineidad, la
ideología, la pertenencia a grupos que le definen, realizan y apoyan
afectivamente, con lazos libidinosos que diría Freud, como son las estructuras
de masas: los equipos de futbol, los nacionalismos, los partidos políticos, las
religiones, las castas, grupos y organizaciones que suplen esas carencias, de
realización e identidad. La ideología se caracteriza por dar un sentido
racional, científico, lógico, a algo que es todo lo contrario, irracional,
afectivo, emocional y que intenta suponer una justificación a su
comportamiento o pensamiento. Es un
mecanismo neurótico -de neurosis, enfermedad de la psique-, tratando de
justificar su comportamiento, encubridor de sí mismo, acusador de los demás. Se
proyecta sobre los otros acusándoles de lo que él es y hace. Sus considerados
defectos se los achaca a los demás.
(2) En el carácter instintivo su principal
objetivo es el mantenimiento de la supervivencia. Esto que es normal en los
organismos y en los animales primitivos, tiene su semejanza en los hombres que
consideran la salud –como prevención de la enfermedad y de la muerte- por
encima de otras circunstancias y valores. Es el dicho convertido en canción
popular de “Salud, dinero y amor” en ese orden prioritario. En otro orden y
valoración debería ser considerado el amor como el factor más fundamental,
después la salud y en tercer lugar o último, el dinero, que solo es un medio de
poder, con el que se cree que se puede comprar todo tipo de elementos
materiales, incluso a las personas y también espirituales como la felicidad,
porque se cree que ésta puede proporcionarla las posesiones, cuando es un
estado espiritual que está por encima de lo material. Sin embargo es otra falsa
necesidad que radica en la falta de realización personal. Para el ser realizado
todo eso sobra. Alguien también puede considerar lo más importante el dinero
justificándolo porque este te proporciona la salud. La salud debe ser
considerada un derecho universal garantizado por el Estado, pero se ha
convertido en un privilegio privado.
Según Freud y otros estudios sobre el apego (Bowlby 16-17-18) en los animales mamíferos y sobre todo en la
especie humana, las necesidades del amor y de la alimentación aparecen fusionadas
al principio concentradas en el pecho materno. El pecho es contacto, apoyo,
protección, respeto, además de alimento. Spitz
demostró que cuando faltaba el amor
como medio de contacto, de seguridad, de protección, los niños rechazaban la
alimentación llegando hasta la muerte. Se conoce empíricamente que la falta de
amor es causa de múltiples enfermedades, como algunos dicen (Maturana 46-47) es la principal causa de
enfermedad en los humanos, y de las enfermedades psíquicas raíz de otras
enfermedades somáticas. El amor no es el enamoramiento de otra persona, sin la
que no se puede vivir. Eso es dependencia y necesidad enfermiza, y -falta de
realización-. Cuando hablamos de amor nos referimos al aprecio, respeto, comprensión,
a la capacidad de darse y entregarse, al reconocimiento del otro como persona
independiente, con sus propias capacidades y potencialidades. Este es el primer
requisito para la salud física, mental y emocional.
La ONS misma nos dice que la
salud no es un componente meramente
físico, sino también psíquico y social. Pero parece ser que los humanos que
consideran la salud como el problema fundamental no lo tienen en cuenta, solo
lo consideran a nivel físico. Bien, pudiendo considerar que la salud es lo más
importante de la vida, debiera considerarse si en algunas circunstancias no
dignas de ser vividas, eso seguiría siendo lo prioritario. Estas situaciones
invivibles podrían ser las de un gran deterioro físico o psíquico, o
condiciones de servilismo, y situaciones indignantes como la falta de libertad
o justicia, o también situaciones de solidaridad en las que uno puede dar su
vida por otro u otros. O como dijo Dolores Ibárruri -La Pasionaria- “Es
preferible morir de pie que vivir de rodillas”. Por estas razones en las
sociedades modernas avanzadas existe la “eutanasia”, el “derecho” a decidir
morir cuando uno quiera por las circunstancias que sean. Este sí es un acto de
racionalidad correspondiente al tercer cerebro.
El hombre reptil viviría defendiendo
la vida en situaciones invivibles y -aparte y además de que el propio organismo
lo defienda porque el organismo no piensa- se podría justificar con la ideología
y la religión, diciendo que esa decisión corresponde a Dios y que nadie puede
decidirlo en su lugar-. Es observable y criticable en esto, cómo quienes lo
dicen se toman la justicia por su mano y matan a otros por temas ideológicos, o
en guerras, como por la defensa del territorio llamado patria, o simplemente
para apropiarse de sus bienes. Este
aspecto corresponde al siguiente punto, pero ocurre que todo está entrelazado,
no existen puntos aislados se tejen y superponen unos con otros, el primer cerebro
se enlaza con el segundo y con el tercero.
(3) Seguido de la supervivencia y
unida a ello se sitúa la defensa del territorio en el primer cerebro
reptiliano, que se extiende en la especie humana con correlatos ideológicos
como la defensa de la patria, o el odio al extranjero e inmigrante considerado como
ocupador o invasor del territorio propio, racionalización falsa ideológica. Existen
otras manifestaciones más solapadas de la defensa del territorio en los humanos
considerados reptilianos. Puede ser, creerse el dueño del edificio de una
propiedad de vecinos y por tanto, poner trabas o límites a los demás. Marcar a
los nuevos vecinos, o trabajadores, limpiadores, etc., que acceden a la casa o
edificio a realizar alguna tarea, imponiéndoles normas y límites, como
demostración de que ellos deben obedecer al dueño, de que él por ser más
antiguo en el edificio tiene más privilegios. O la defensa de su pueblo,
barrio, etc., ejemplificado esto, porque cuando vienen otras personas de otros
barrios o pueblos, les imponen sus normas, pagos, o condiciones. Hay otros
muchos ejemplos similares a estos, que cada lector puede entrever en su
entorno.
(4) Otra característica del reptil
derivada de las anteriores, la supervivencia y la defensa del territorio, es la
desconfianza en los otros como posibles enemigos -paranoia- que te va a hacer
algún mal, o el temor permanente de que el otro te va a engañar, como el
tendero, el obrero que viene a hacerte un trabajo, etc.;
Todos estos rasgos como ya hemos dicho, son
propios de la incultura, y de la escasa educación, que quedan inscritos en los
hijos como reflejo de los padres, como
carencia de otros estímulos superiores a los que no se ha podido acceder. Todos
ellos productos de la pobreza
material y mental.
(5)
Otro asunto más grave, es la psicopatía.
(Garrido 26) compara al psicópata con
un reptil, como un depredador, que se camufla, engaña y manipula. El subtítulo del libro “El psicópata” es: “Un camaleón en la sociedad
actual”, aludiendo el adjetivo de camaleón, por un lado; a la capacidad que tiene tal animal de camuflarse para
aparentar ser lo que no es, adaptándose fácilmente a los caracteres del entorno
donde se mueve, para aparentar “ser igual que los demás”, (para no despertar
sospechas a la futura presa). Como dicen muchos de los políticos con rasgos
psicópatas, “ser personas normales”. Y por otro lado, se refiere también a que el camaleón es un
reptil, y como tal le caracteriza su
sangre fría y su carencia de emociones. La persona reptiliana aparenta tener
emociones pero carece de ellas realmente o las tiene en muy bajo nivel.
Muchos políticos tienen estas
características. A su cerebro reptiliano se le suma su otro cerebro racional e
inteligente para depredar más y mejor. En ellos no existe la bondad ni el
altruismo ni la empatía, todo es utilizado para depredar. Lógicamente
esto va más allá de lo biológico, es
algo social, algo aprendido, algo educacional.
Se ha aprendido y se ha educado en la depredación, en utilizar al otro
solo para conveniencia propia. Son rasgos, por otra parte, neuróticos e incluso
psicóticos. Cuando se impide la realización personal se desarrollan en
compensación las neuropatías y psicopatías. Máxime cuando te han educado como
psicópata, es decir, enseñado a depredar al que tiene al lado. Este es un
ejemplo típico de los políticos psicópatas como hemos expuesto en otro artículo, que mienten,
manipulan, roban, engañan, etc., etc., y no se les cae la cara de vergüenza, al
contrario, acusan al otro de mentir y robar. Como el reptil, se dice que tienen
sangre fría, que no tienen ninguna emoción ni ninguna empatía por el otro. Solo
lo aparentan, como rasgo de camuflaje.
Respecto al anclaje en los rasgos caracteriales del segundo cerebro, estos han de
sintetizarse en los aspectos emocional y afectivo.
En el aspecto emocional destaca el
miedo quizá, sin olvidar el odio y otros como la rabia y la frustración. Y
estos aspectos se unen también a otros correspondientes al primer cerebro como
por ejemplo la salud. Tenemos miedo a perder la salud y con ello, alcanzar la
enfermedad y la muerte, propios del 1º cerebro, de la supervivencia primaria de
la especie. Los instintos del segundo cerebro se asientan sobre los del primero.
El miedo es un aviso preventivo de que algo te puede causar daño, y por tanto
hay que permanecer alerta defendiéndonos, escondiéndonos o huyendo. Es muy
difícil saber dónde están los límites entre la prevención y el miedo
irracional.
Repetimos una vez más que los
condicionantes biológicos como los instintos y las emociones son reforzados o
reprimidos por medio de la sociedad, la educación y la cultura según convenga.
En general nos educan en el temor y el miedo irracional y al reforzarlo, nos
impiden la realización propia, reprimiendo otras pulsiones y necesidades esenciales
como las capacidades de expresión, de comunicación, de investigación. Tenernos domesticados, atados y obedientes proporciona más seguridad
a las altas esferas sociales que piensan que si desarrollamos nuestros propios
impulsos ligados al placer, nos desbocaremos y produciremos la anarquía, lo que
es otra justificación ideológica.
Según Freud,
nos reprimen el principio del placer y nos imponen el principio de realidad,
generando ciudadanos neuróticos, enfermos psíquicamente pero “sanos”
socialmente, es decir, integrados en la normativa social. Esto nos proporciona
una aparente seguridad pero nos quita la libertad para emprender la realización
personal. La libertad radica en la facultad de haber desarrollado sus propias
capacidades innatas –lo que se llama SER uno mismo- contrario a la
domesticación que es coartar las capacidades y preparar para ser “como dios
manda” y la sociedad desea, obediente al orden establecido. El miedo ante un peligro real es lógico, el
miedo patológico es ilógico, enfermizo porque después de haberse comprobado que
es falso sigue dominando convertido en una manía, fobia o neurosis. De esta
forma se convierte en la raíz de la inseguridad, -y de la desrealización-. Para
discernir lo que es real de lo que es fantasioso, está el tercer cerebro,
racional.
Los padres y la sociedad han de respetar el desarrollo de nuestras
capacidades y favorecerlas, han de darnos una seguridad real, no ficticia, no inculcarnos
miedos, han de educarnos en el amor, la bondad, la confianza, la colaboración.
El miedo nos ancla y ata. De esa represión nacen también el odio y la agresión
que además es alimentado por la sociedad para hacernos creer que el culpable de
nuestra desgracia es el otro, el compañero de trabajo, el extranjero, el
inmigrante, etc.
Otro rasgo del mamífero es el afecto.
El afecto nos une a nuestros padres. Nos ofrece seguridad y protección hasta que maduramos y podemos
llevar nuestra vida independientemente. Cuando no se produce esta independencia
o es escasa y mermada es debido a la inmadurez.
Los vínculos y características
propios de la infancia no son los mismos de la madurez. Si es así, es por falta
de realización y de haberse quedado anclados en una etapa anterior e inferior.
Por reprimir nuestros instintos vitales del placer. Lo que nos sumerge en el infantilismo,
narcisismo, egoísmo, inmadurez. Uno puede quedar anclado por exceso o por
defecto, por haber recibido demasiada
protección o al contrario, por la falta de ello. Y sobre todo por no haber
respetado al niño y no haberle posibilitado desarrollas sus potencialidades.
Si en la infancia es loable el apego
como vínculo afectivo que produce bienestar, contacto, aprecio, protección,
respeto, comprensión, seguridad, aceptación de las pulsiones vitales del niño,
y le ofrece recursos para desarrollar sus potencialidades, cuando se es adulto
es necesario desapegarse de los padres, y todo lo que significan,
independizarse, tener criterio propio, desapegarse de lo que simboliza el padre
–la autoridad- y con ello la aceptación de las órdenes de los superiores, y
someterse a una institución superior, y desapegarse de la madre –la patria- y su
simbolización, la tierra donde se ha nacido, la nación, el territorio, la
bandera, el himno. Lo cual no implica que no se quiera a los padres ni se les
tenga el afecto ni el respeto debido. Al contrario. El respeto no implica
reproducir las mismas ideas, ni someterse a poderes establecidos. Cuando uno ha
adquirido la madurez, tiene sus propios criterios, sin dependencia de ninguna
clase.
En cualquier caso se produce la
inmadurez y la dependencia. Y esta puede ser condicionada por los adultos
conscientemente. Y también aquí se produce la atadura, la incapacidad de
desarrollarse y valerse por sí mismo. Y se refuerzan también anclajes del
reptil manifestándose la inseguridad, el apego a la madre y al territorio, así
como su defensa ideológica convertida en “amor”
a la patria y sus valores, el nacionalismo y la defensa del territorio. Y también poniendo como un valor primordial
la consanguineidad.
Otra característica del segundo
cerebro son el dominio de las hormonas, que es utilizado y justificado en el
humano de muchas maneras. La más grave es cuando el macho humano viola a una
mujer, o la acosa, se echa mano de que la culpa es de las hormonas, la
testosterona, lo cual no deja de ser una justificación más. El violador ha sido
educado en el machismo, en la primacía del macho sobre la hembra femenina, en considerar
la mujer un objeto sexual, en considerar que la mujer está al servicio del
hombre, en considerarla inferior. En todos estos comportamientos esta la raíz
de la educación y de la cultura machista que se propaga por todos los medios televisivos,
en las películas y en todo tipo de actos llamados “culturales”.
Fromm en
varios de sus libros “el arte de amar”, “el
miedo a la libertad” (26-27) entre otros, expone que el amor autentico es
el amor a la humanidad, a la vida sin exclusiones, a los otros. Lo que se llama
amor habitualmente no es amor, sino necesidad, egoísmo u otras cosas similares.
Cada uno al hacerse y SER ha debido haber superado las ataduras, las
dependencias, el egoísmo, para llegar al desarrollo transpersonal. (Wilbert 60-61) Haber superado las
necesidades materiales y las personales para poder volcarse en las psíquicas y
en las transpersonales, más allá de nosotros, los otros. Su amor, su respeto,
su cuidado, su protección, su ayuda. Esto es lo que el tercer cerebro, el
humano, ha de desarrollar.
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