CARENCIAS
SENSORIALES Y SENILIDAD
-Tacto
y movimiento-.
Joaquín Benito Vallejo
Experto
en Psicomotricidad, Movimiento Orgánico, Eutonía, Expresión Corporal
Madrid,
Abril 2001
Alfa –
Movimiento Orgánico y Expresión Corporal
www.movimientoyexpresion.org
-
movimientoyexpresión@hotmail.com -
SINTESIS
Las deficiencias mentales o cognitivas radican en la
falta de estimulación adecuada; en las carencias sensoriales continuadas; en la
pérdida de movimiento; y sobre todo, en la escasez de relaciones y de comunicación
con los demás, considerada ésta la auténtica fuente de estimulación. Se
considera esencial la estimulación táctil y el movimiento. Esto es así, tanto
en la infancia como en la vejez o en cualquier otra etapa de la vida. Se
necesitan programas de estimulación sensorial en todos los campos pero sobre
todo para paliar los efectos negativos achacados a la vejez.
PALABRAS CLAVE
carencia sensorial, demencia senil, imagen corporal, estimulación mental,
estimulación tactil, haptonomía, movimiento orgánico, expresión corporal,
eutonía, infancia, vejez, diálogo tónico, afectividad, comunicación, relaciones
personales, hospitalismo,
Y SENILIDAD
JOAQUIN BENITO VALLEJO
En otros lugares(*)
hemos expuesto nuestra tesis, de que una
incorrecta utilización del cuerpo en cuanto a su función biomecánica, es una de
las causas fundamentales del deterioro físico manifestado en la vejez, por
lo cual no es una causa directa del ser viejo, como generalmente se entiende.
En esta exposición vamos a centrarnos en mostrar que
el deterioro psíquico, de la conciencia y de la personalidad,
manifestado en los ancianos y justificado como una característica de la vejez, no es la causa directa de la vejez, en una gran mayoría de casos.
La
raíz hay que buscarla, en la pérdida de algunos factores primigenios
determinantes de la formación y desarrollo tanto del psiquismo como de la
personalidad, pérdida que no está directamente ligada con el envejecimiento
aunque suela manifestarse en esa etapa de la vida en algunas personas.
El origen de la desestructuración del psiquismo radica en las carencias sensoriales continuadas; la pérdida de movimiento, y
sobre todo en la falta de relaciones y de comunicación con los demás.
La imagen corporal es considerada por diversos
autores (Wallon, Spitz, Bowlby, Lowen, etc.) como la matriz de la formación del
Yo, de la identidad y de la personalidad.
Entendemos como imagen corporal, la representación
mental y el conocimiento que el sujeto tiene de su propio cuerpo. Esto le permite distinguir lo que es el propio cuerpo y lo que no es. Lo que es el
Yo, la propia identidad y la personalidad y aquello que no lo es.
La imagen corporal no viene predeterminada genéticamente. No nacemos con ella, sino que se va formando
desde los primeros años de la vida y nunca acaba de conformarse del todo. No es nunca algo acabado y definitivo; es
dinámico; está transformándose continuamente, unas veces enriqueciéndose con la
incorporación de nuevas experiencias y los conocimientos que ellas aportan, con
la reorganización de estos y su profundización; pero otras veces también,
deteriorándose, cuando no se producen nuevas experiencias, olvidándose o
desorganizándose conocimientos antes aprendidos.
La imagen corporal, - el conocimiento que tenemos de
nosotros mismos -, no es un conocimiento estático ni un conocimiento teórico
aprendido en una enciclopedia, ni concedido por la gracia divina. Es un conocimiento que emana de la propia experiencia
corporal. Se construye mediante la
vivencia y el quehacer corporal a través de las sensaciones, el movimiento, el
aprendizaje, la comunicación. Todo cuanto el cuerpo hace, transmite
informaciones sensoriales al cerebro las cuales originan la percepción y la
consciencia.
Si
no hubiera actividad corporal no habría informaciones sensoriales ni desarrollo
cerebral. No habría imagen corporal ni
personalidad. Por el contrario, cuantas
más experiencias corporales proporcionemos, mayores serán los recursos
mentales, mejor se irá perfilando la imagen corporal y se irá definiendo el Yo.
Los
primeros años de la vida son fundamentales para poner en marcha y desarrollar
estos procesos, siguiendo un orden progresivo desde la función más simple y
vital hasta el proceso más complejo y diversificado en correlación con la
maduración del sistema nervioso.
Las carencias sensoriales en esta edad juegan un
papel vital.
A lo largo de la historia han tenido lugar numerosos
casos de niños sometidos a diversos tipos de aislamiento y privación:
encerrados en lugares oscuros sin ver la luz; atados; sin oír hablar; etc.
Cuando fueron descubiertos, estos niños manifestaban una deficiencia mental
grave equivalente a la idiotez. Dependiendo de las privaciones concretas a las
que fueron sometidos, sus sentidos, lenguaje o motricidad estaban
infradesarrollados o eran absolutamente nulos. (Delgado, Montagú, Itard,
Anzieu, etc). Sometidos a programas de estimulación y aprendizajes especiales,
nunca consiguieron alcanzar el desarrollo normal.
Se han desarrollado también experimentos con
animales a los que se sometió a privaciones diversas para investigar sus
consecuencias en cuanto a la conducta y al desarrollo cerebral. “Estos no aprendían conductas que se creían
innatas y su cerebro sufría daños diversos como: neuronas en las que aparecen
una especie de bolsitas vacías con escasa cantidad de ácido ribonucleico, el
peso y el espesor de la corteza cerebral eran menores, y la complejidad de las
conexiones neuronales también”...
"Esto demuestra que la falta de estímulos
sensoriales produce cambios anatómicos y fisiológicos en el cerebro y que los
programas genéticos no son suficiente para el desarrollo cerebral y el
mantenimiento de las funciones mentales, siendo imprescindibles los estímulos
exteriores a través de la educación el aprendizaje y la cultura”.
(Delgado ; El cerebro y yo. Ed. Temas de Hoy).
El
organismo vivo siempre depende del entorno para su crecimiento. A medida que se
avanza en la escala evolutiva animal, la dependencia con el entorno se va
haciendo más rica y compleja, diferenciándose cada vez más el medio físico del
medio social. Este último llega a ser más predominante que aquél. Cada ser
humano depende más de su relación con otras personas que de otros factores. Esta
relación implica el trato, el contacto real y carnal, el afecto, la
comunicación, la transmisión de sentimientos y conocimientos.
Hay
una serie de conductas que los congéneres de las especies animales desarrollan
entre sí, cumpliendo diferentes objetivos.
La
estimulación táctil es una de estas actitudes sociales que cumple funciones
fisiológicas y psico-afectivas. La única conducta que ejercen muchos mamíferos
hacia sus crías recién nacidas, es la de lamerlas. Esta actitud cumple la
misión de estimular las principales
funciones corporales: gastrointestinal, genitourinaria, respiratoria,
circulatoria, digestiva, reproductora, nerviosa, endocrina y tónica.
Diversos experimentos realizados con animales
muestran que las caricias propiciadas desde su nacimiento tienen por resultado
una mayor resistencia a las enfermedades, aumento considerable de peso, mayor
actividad, mayor capacidad para soportar los efectos del estrés, fuerte
resistencia fisiológica, coordinación más eficaz, aprender mejor y vivir más
tiempo. (Montagú ; El sentido del tacto. Ed. Aguilar).
Similares funciones se estimulan en el recién nacido
humano a través del contacto corporal con la madre y las personas que cuidan al
niño. La piel es el sistema sensorial más amplio. Representa el 18% del peso total del
cuerpo. Su superficie contiene 50
receptores sensoriales por cada 100 milímetros cuadrados; Entre 7 y 135 corpúsculos sensitivos que informan y
protegen del calor, frío, dolor, radiaciones, agentes mecánicos e invasión de
sustancias externas; regula además el metabolismo y el tono corporal. Sus
fibras sensitivas penetran en la médula espinal por raíces que superan el medio
millón.
Tanto
el desarrollo de las funciones fisiológicas como de la sensibilidad del niño,
dependen de los estímulos que recibe del mundo exterior. Su desarrollo no
pertenece exclusivamente a la etapa infantil, prosigue durante toda la vida. Es
una función social por que su estimulación depende casi exclusivamente de la
madre, o de quien ejerce éste papel. En esta etapa de la vida el contacto
corporal con la madre, es más vital incluso que la alimentación, como demostró
Spitz.
Este autor describe como síndrome de hospitalismo o depresión anaclítica, el caso de niños
que pocos días después de ser internados en orfanatos entraban en un estado
depresivo que les conducía incluso a la muerte.
Tras la investigación se llegó a la conclusión siguiente: la causa de la
depresión radicaba en que los niños casi nunca eran cogidos en brazos ni
acariciados. Las cuidadoras, por su exceso de trabajo, les daban el biberón en
la cuna, mecánicamente y con prisas.
La depresión se asemejaba bastante a la de los
adultos. Los niños pasaban por fases
sucesivas como llantos y chillidos, pérdida de peso, retraso motor, posición
patognómica, rigidez facial, pasividad, rostro vacío de expresión, gestualidad
similar a la del idiota, letargia, movimientos catatónicos, etc. Al segundo
año, su desarrollo estaba al 45 % de lo normal, considerado el nivel de la
idiotez. A los 4, la mayoría no consiguió caminar ni hablar. El 37 % de los niños observados, murió. Del resto no se sabe puesto que la
investigación fue interrumpida. Los
niños que después de unos meses tuvieron una nueva madre, se recuperaron
inmediatamente.
“El hospitalismo demuestra que la falta de
relaciones a causa de carencias afectivas detiene el desarrollo de todas las áreas
de la personalidad”. (Spitz; El primer año de la vida del niño. Ed. Aguilar).
El contacto con la madre es el preludio de la
comunicación y del psiquismo,
enriqueciéndose a lo largo de la vida mediante la relación, el contacto
y la comunicación con otras personas: pareja, hijos, familiares, amigos.
La estimulación directa de la piel se realiza a
través de las caricias y de los abrazos; del contacto cuerpo a cuerpo, piel a
piel, que es la base y la esencia de la afectividad: ser querido, protegido,
aceptado, valorado, comprendido. Ser tocado es sentirse, sentir el Yo, sentir
las cualidades del propio cuerpo, de la persona. Son sensaciones placenteras
que demuestran y alimentan la existencia propia. Supone la conformación, la afirmación y la reafirmación del Yo. Pero además de sentirse a uno mismo a través del
contacto, se siente al otro; es un sentirse mutuo; es la comunicación. A través
del contacto con la piel, la estimulación fisiológica y afectiva quedan unidas
en una sola función.
En
la relación madre - hijo, en la forma de ser tocado, mecido y abrazado, el niño
queda impregnado de la emoción y el comportamiento de la madre, y a través de
ella también, de lo que es el mundo, del cual, la madre es su mediador. En el tocar mutuo, hay descarga e intercambio
de pulsiones, descarga de energía liberadora y placentera que de otra manera se
vertería al exterior o hacia sí mismo en forma de agresividad. Es un "diálogo
tónico", como lo denominó Ajuriaguerra, donde se aprende a sentir,
modular y utilizar la tensión muscular - la
fuerza del Yo -, para transformar la realidad y obtener lo que se
desea. El tono corporal es el tejido
fundamental de las emociones, de las expresiones y de la acción, - del
movimiento -, el principal motor de la evolución, de la formación y
transformación de sí mismo y del entorno.
El
movimiento activa el funcionamiento de todos los órganos, es el mayor productor
de sensaciones, por lo tanto es el mejor transformador del cerebro. El psiquismo se formó mediante lo que el
cuerpo aprende y todo lo que se aprende ha tenido que ser hecho, experimentado,
sentido, y compartido.
Y el medio hacedor no deja de ser nunca el
movimiento.
La relación con la madre y con los seres queridos en
la infancia, abre, despierta y estimula el deseo y el placer de moverse como la
fuerza vital más importante que poseemos. Moviéndonos nos hacemos a nosotros
mismos, nos hacemos autónomos; fortalecemos nuestra identidad, nuestra
personalidad, nuestra capacidad de hacer y ser. Nos relacionaras y comunicamos
con los demás, transformamos el mundo.
El movimiento estructura nuestro cuerpo y nuestra
mente, nos proporciona seguridad, confianza y autoestima, además de configurar
la estructuración mental lógico - matemática necesaria para la comprensión del
mundo.
Tacto y movimiento, están muy estrechamente ligados
y se complementan mutuamente. Hay que destacar la importancia vital de estas
estimulaciones no solo en la infancia, sino a lo largo de toda la vida. La vida es una constante formación,
aprendizaje y transformación; un progresivo enriquecimiento y maduración
personal durante la infancia, la juventud y la vejez. Es una estimulación corporal que trasciende
lo físico y llega a lo más profundo del ser. El cuerpo encarna la
espiritualidad.
"Para cualquier persona la realidad física de
su Ser es su cuerpo. A través de él
experimenta el mundo y a través de él le responde. Una persona que está desconectada de su cuerpo,
está desconectada de la realidad..." "Cuando no tiene sensaciones, la
persona deja de existir como individuo con una personalidad definida".
(Lowen; La depresión y el cuerpo. Alianza Editorial).
Dejar
de moverse significa dejar de recibir sensaciones; significa desactivar el
cuerpo y la mente desencadenando su atrofia y deterioro. Las sensaciones son el
alimento del cerebro. Su carencia conduce a la pérdida y deterioro de las
neuronas.
"En los adultos, la pobreza sensorial disminuye
la actividad de la sustancia reticular del cerebro, induciendo perturbaciones
en el pensamiento y en la conducta". (Delgado; obra citada)
En la medida en que creemos que lo tenemos todo
aprendido, la vida se convierte en mera rutina y entretenimiento vacuo. Es un vivir prestado de lo vivido y sentido
en el pasado adolescente. El cuerpo se
dedica casi exclusivamente a funciones mecánicas y vegetativas y la mente
funciona con esquemas de simple supervivencia.
Los aprendizajes de la infancia deben ser puertas
que nos lleven a nuevos aprendizajes más complejos. Pero, desgraciadamente, son
aprendizajes de supervivencia, sobre todo en los sectores sociales de mayores
necesidades económicas y de menor nivel cultural, aunque tampoco están exentos
los de mayor poder económico. Se basan
en una concepción de la vida competitiva y materialista, donde el saber es un
medio para poseer, pero no para enriquecer la personalidad.
El enriquecimiento de la personalidad se basa en una
actitud abierta e inquieta de auténtica búsqueda y renovación permanente en
cualquier ámbito de la vida: el trabajo, las relaciones, la amistad, la
comunicación, el ocio, la cultura, la participación social. Para desarrollar
todas las potencialidades humanas hay que cultivarlas. Sin embargo, cuantos menos recursos
culturales y económicos se poseen, más se tiende a la rutina. No hay estímulos
sensoriales nuevos que generen crecimientos neuronales. No hay nada nuevo en la
vida.
Con esta actitud comienza el lento declinar inerte y
pasivo que pacientemente va adueñándose de la persona y cuando años más tarde
comienza a manifestarse claramente como un deterioro psicofísico, se dice que
es la vejez.
La vejez y el envejecimiento existen. Son sinónimos de tener más años no
necesariamente de degeneración y de ineptitud. Ésta es más bien, el resultado
de una forma de vida carente de estímulos, rutinaria, aislada, pobre - física o
psíquicamente -. El deterioro también puede ser agravado y acelerado por
acontecimientos inesperados y fatídicos.
Además de accidentes o enfermedades, el aislamiento producido por el
abandono de los hijos o familiares más allegados, la muerte del cónyuge, la
pérdida de amigos, el retiro laboral, etc., pueden llevar a un ostracismo donde
desaparezcan las ganas y la motivación de moverse, con lo que se deteriora
aceleradamente la función motriz y unida a ella, la autonomía, el contacto
directo con otras personas y la comunicación
Si el movimiento, la comunicación
y la relación corporal con otras personas, son los cimientos de la estructura
psíquica, de la formación del Yo, de la personalidad y de la conciencia, la
ruptura de esos cimientos, acarreará el resquebrajamiento de la estructura
psíquica y del sentimiento de ser uno mismo. La falta de informaciones sensoriales
producirán grietas, huecos y vacíos en sus áreas cerebrales.
¿Es
posible detener este proceso de deterioro y desestructuración? ¿Es posible
prevenirlo? ¿Qué se puede hacer?
Si la estimulación es esencial en los primeros años
de la vida para despertar y desarrollar todos los comportamientos, y si también
se ve esencial para rehabilitar a niños y adultos que han sufrido algún
trastorno neurológico, ¿Porqué no se ve
tan esencial y necesaria en el tratamiento de personas de edad avanzada, cuando
los comportamientos comienzan a deteriorarse?
Y si la estimulación es la clave de que los comportamientos se activen
cuando están naciendo o cuando se deterioran ¿no sería el método preventivo
ideal para retrasar e incluso impedir ese deterioro?
Citando
a Rappoport: “En los adultos, las investigaciones sobre privación de estímulos
han mostrado que cuando se disminuye marcadamente la estimulación sensorial,
los procesos mentales se desorganizan...” “La estimulación es necesaria para
que los sistemas nerviosos se desarrollen y se mantengan debidamente.” “Dado
que la apatía y la declinación física asociadas con el marasmo infantil pueden
atribuirse a la falta de estimulación ¿porqué no considerar que la misma causa
guarda relación con la senilidad?” “Es posible organizar enfoques prácticos
relativos a la cuestión de la calidad de la actividad... Analizar diversas
actividades de acuerdo con su potencial de estipulación. Debiera considerarse el grado en que las
actividades implican interacción social... ser capaces de discriminarlas según
su potencial de estimulación y determinar después si sus beneficios
psicológicos son o no diferentes.” “La estimulación ofrece la línea más
prometedora para la investigación futura." (Rappoport; La personalidad
desde los 26 años hasta la ancianidad. Ed. Paidos)
Creemos
que muchas demencias seniles son el resultado de una forma de vida rutinaria,
carente de estímulos, agravada por una serie de acontecimientos que conducen al
aislamiento y la incomunicación progresiva.
De modo similar a como ocurre con los niños de
Spitz, confirmado por Bowlby y ratificado por los casos de otros niños que
sufrieron aislamientos y carencias sensoriales, sobre todo contacto afectivo,
además del gran número de experimentos llevados a cabo con animales
consideramos que las carencias efectivas, la falta de contacto corporal, el
aislamiento y la incomunicación son los desencadenantes de la pérdida de la
imagen corporal, de la desconexión con la realidad y de la desestructuración de
la personalidad, síntomas que se concretan y adjetivan como demencia.
Creemos
también que muchos de estos estados de demencia, dependiendo de la gravedad a
la que se haya llegado, pueden ser reversibles.
En
primer lugar, como ya se ha apuntado, la prevención es el método más válido y
es donde hay que volcar todos los esfuerzos. En otros casos hay que poner en
marcha programas basados en el contacto corporal, mediante diferentes tipos de
masaje sensitivo, que estimule las funciones fisiológicas de la piel, además de
las funciones sensoriales y psicoafectivas; desarrollando también las
relaciones y la comunicación con las personas del entorno; estimular y
desarrollar el movimiento en dos direcciones básicas : como fundamento de
la propia autonomía personal, como medio de estimulación sensorial, y como base
de las relaciones con los demás.
La meta de estos planes es lograr el enriquecimiento
de la imagen corporal, del YO, de la propia identidad y de la personalidad. En
otros artículos daremos ejemplos prácticos de como desempeñar estos objetivos.
el deterioro psíquico, de la conciencia y de la personalidad, manifestado en los ancianos y justificado como una característica de la vejez, no es la causa directa de la vejez, en una gran mayoría de casos.
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