Pero, sobre todo, la belleza se parapeta tras la sencillez, no en la ostentación, ni el lujo, ni la exageración, esta es más bien efectismo de lo fácil y altanero, el engaña bobos fraudulento, la llamada de atención gruesa, el espectáculo, la atracción engañosa, el circo con el que se engaña al pobre ignorante.
La belleza también se vislumbra en la bondad. Aspectos raros y excepcionales en la sociedad actual o en todas las sociedades.
La belleza no es la moda ni la costumbre, ni la norma, ni la rutina, ni la riqueza, ni la tradición, aunque se apele a ello, para definir la belleza.
La belleza es austeridad, seriedad, pulcritud, templanza, susurro, niñez, infancia, ingenuidad.
La belleza y la fealdad deben ser vistas de muchas maneras. Aprender a verlas con otras emociones, con otras perspectivas. Con otras pasiones y compasiones.
Belleza y fealdad se trastocan, una se esconde en la otra, la otra usurpa la una. Ambas a veces son la misma. A veces se baten a espada, otras veces se abrazan.
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