domingo, 12 de agosto de 2018

VIVIR CON LA SOMBRA



VIVIR CON LA SOMBRA

-Iluminando el lado oscuro del alma-


C. ZWEIG y S. Wolf

- Siguiendo el pensamiento de C. G. Jung los autores analizan cómo la sombra -la conducta provocada por nuestro inconsciente más oscuro- es algo muy común, existe en cada uno de nosotros y suele reconocerse con mayor claridad en el área de las relaciones sociales.



Recopilación por Joaquín Benito Vallejo






FAUSTO Y MEFISTÓFELES

150 años antes de que Jung desarrollara el tema de la sombra, Goethe escribió Fausto. 
Es la historia de un hombre que -apesadumbrado por su soledad, enajenado y desesperado por buscar un sentido a su vida- hace un pacto con el diablo -Mefistófeles- para que le otorgue poder y placeres a cambio de venderle su alma y convertirse en su sirviente. 
Fausto entrega su voluntad a cambio de dominio, poder, placeres, etc.  y termina siendo poseído por su sombra. 

En el proceso se debate entre dos aspectos de su naturaleza, entre la conciencia y el deseo, lo espiritual y lo sensual, el yo y la sombra.  

Ha de admitir que la sombra es su otro yo, su otra cara.

Al igual que Frankenstein, Mr. Hyde, Darth Vader y Terminator – sus versiones más actuales- Mefistófeles, que es la encarnación de los deseos de poder, sexo y dinero, sedujo a Fausto con sus ilusiones de poder y dominio.
Cada uno de nosotros -como Fausto- aspira a tener riquezas, poder, ser admirado y trascender, de modo que sacrificamos nuestra autenticidad a cambio de sentirnos más seguros y admirados. 
Los camelos que hoy día nos ofrece la sociedad en este sentido adoptan formas diversas: un matrimonio de conveniencia, riquezas, éxito, etc.
Por conseguir los atributos externos del estatus social llegamos a hipotecar nuestro valer mental y espiritual. 
Renunciamos a la autenticidad a causa de los paraísos artificiales.

Lógicamente, realizamos estos cambalaches de una manera inconsciente, sin darnos cuenta de la pérdida de nuestra autenticidad, nuestra imaginación, nuestras capacidades personales y nuestra alma. En suma, nos traicionamos a nosotros mismos.


La sombra es inconsciente, claro. Se oculta detrás de nuestros sentimientos secretos de vergüenza. 
Se halla oculta tras nuestras proyecciones. Cuando reaccionamos ante un rasgo ajeno -de otra persona- haciéndonos sentir enojados, escépticos, azorados, etc., estamos contemplando indirectamente algo de nosotros mismos, que lo atribuimos mediante proyección en la otra persona.

La sombra acecha también tras nuestras adicciones, porque cuando nos hallamos a merced de una conducta compulsiva, queremos inconscientemente amortiguar los efectos de la sombra y llenar un vacío invisible. El alcohol, las drogas, el tabaco, el sexo o la comida cumplen con la función de tapar nuestras necesidades más profundas volviéndonos sordos a la llamada del Yo.

La sombra también se revela en los lapsus verbales, revelando momentáneamente pensamientos o sentimientos irónicos o crueles.
También se muestra en los chistes y bromas hechas a expensas de los otros.
Y también, bajo el disfraz de los síntomas físicos.

En la mediana edad, en las crisis, en periodos de inestabilidad, se nos muestra como la sensación de perder fuerza o la necesidad de vivir algo que no hemos vivido.

En los sueños, revelando sentimientos desconocidos y actitudes inadvertidas que no podrían salir a la luz por otros medios.

Se revela también en las facetas más ricas de la obra creativa tendiendo un puente entre los mundos inconsciente y el consciente. De ese modo la obra creativa es capaz de liberarnos, permitiendo que afloren estados de ánimo e imágenes desconocidas.


EL REY ARTURO Y LOS CABALLEROS DE LA TABLA REDONDA EN EL REINO DE CAMELOT

Tal y como dice la historia, el sabio rey Arturo mandó construir una gran mesa que permitiera a todos los caballeros sentados en ella, exponer su visión de las cosas. 
Pero al contrario de los caballeros, que cada uno tenía su interés particular que defender, el rey ocupaba el centro de la mesa, del poder, -en términos psicológicos, del SI mismo- el cual goza de una visión global de todo y puede gobernar desde su sabiduría y conocimiento.

El reino de Camelot constituye una metáfora de la totalidad del psiquismo que incluye tanto nuestras necesidades individuales como las necesidades de las personas con las que nos relacionamos. 
Los caballeros -o personajes de nuestra tabla redonda o mundo interno- representan las pautas personales de nuestra conducta, dan forma a nuestras decisiones y tiñen nuestros sentimientos. 

En todo momento corremos el riesgo de que cualquier personaje -como respuesta a una necesidad infantil de afecto y seguridad, a una crítica desfavorable o a una ansiedad compulsiva incapaz de satisfacerse- trate de usurpar la posición del rey -EL YO MISMO- y acabe provocando una especie de golpe de estado desencadenando en nuestro Si mismo o reino interior una desestructuración e inestabilidad.


El psiquismo no constituye una entidad compacta y fortificada, sino que es un ámbito dinámico poblado de multitud de personajes, donde cualquiera puede irrumpir o desaparecer por momentos, haciéndonos sentir entones que no somos nosotros, como si la totalidad se viera secuestrada por un fragmento -o personaje- quedando el resto amordazado a su merced.

Cada una de las figuras o personajes tiene su propia historia, su génesis, su herida que curar y su regalo que darnos. Cuanto menos los tengamos en cuenta y menos atención les prestemos, con más ahínco querrán acceder al trono y dominarnos.

James Hillman, conocido psicólogo de los arquetipos caracteriza a estos personajes como nuestras patologías y nuestros deseos compulsivos convirtiéndose en necesidades. 
Si nos vemos secuestrados por uno de estos personajes y “obligados” a actuar de modo irracional, estamos dominados por una necesidad compulsiva. 
Cuanto menos capaces seamos de ver las fuerzas que nos mueven, más sometidos quedamos a ellas y más compulsiva e inconsciente será nuestra conducta.


RASTREAR LAS RAÍCES PERSONALES DE LA SOMBRA

Cada uno de los personajes de nuestra vida giran alrededor de la misma historia argumental. 
La vitalidad, el sentimiento y la dependencia del niño son tan grandes que acaban desbordando a las personas que están a su cuidado, y de un modo u otro éstas acaban traicionándole, bien por negligencia, intrusión o crueldad. 

Para que el niño sobreviva a este entorno hostil, deberá establecer un pacto con el diablo, como Fausto, ocultando en la sombra las facetas que molestan al mundo adulto, y mostrando solo aquellas que resultan aceptables -lo que se manifiesta como el ego-


De esta manera, la interrelación continua con nuestros padres, maestros, religión y moral de las personas que nos rodean van modelando la forma en que nos presentamos ante el mundo dentro de un esfuerzo desesperado por sentiros seguros, aceptados y apreciados, y es sí a fin de cuentas como el ego y la sombra van desarrollándose simultáneamente dentro de cada uno de nosotros.

Este proceso universal de creación de los personajes de la sombra tiene lugar mediante diversas estrategias de enfrentamiento o formas de defensa que cumplen con la función arquetípica de servir como guardianes de las puertas del alma. 

Ellas nos ayudan a sobrevivir en todas las situaciones insoportables, protegiéndonos de la ansiedad provocada por el rechazo y el abandono. 

Pero, paradójicamente, el mismo hecho de tratar de protegernos de los sentimientos inaceptables va alejándonos de nuestras débiles almas y haciendo fuertes a los personajes de nuestra sombra. 

El rechazo de nuestros sentimientos y pensamientos -llamado negación- comienza a una edad muy temprana, apenas descubrimos que nuestro llanto despierta el cariño de nuestros padres, mientras que el comportamiento que no se atiene a sus reglas, provoca el castigo. 

Pero nuestros padres también son niños heridos que tratan de escapar de sus propios sentimientos ocultos cuando se ven estimulados por las emociones y el comportamiento vital, natural y espontáneo de sus hijos. 


No es extraño por ello, que en la medida que sus defensas se desmoronan, los padres se protejan condenando inconscientemente a sus hijos con el rechazo y la vergüenza.


Si durante nuestra infancia hemos internalizado la voz crítica de nuestros padres, la vergüenza y el autorrechazo quedarán integrados en la imagen que tenemos de nosotros mismos.

De este modo aprenderemos a sentirnos desvalidos, falsos e inaceptables. La cualidad de los valores y sentimientos de los padres determina así el estilo de defensa psicológica que adoptará el hijo en la vida. 


Después, cuando decimos “yo no lo he hecho” es un intento por esquivar la culpabilidad y la condena, para sentirnos aceptados. 

De este modo,los rasgos de la sombra considerados indeseables quedan desterrados al inconsciente -represión- se esconden y manifiestan a nivel corporal -somatización- o se atribuyen a los demás -proyección-, mientras los rasgos considerados aceptables, se convierten en nuestro ego ideal -identificación-.

Pero la enajenación de nuestros sentimientos desagradables para evitar relacionarnos con ellos -mediante la negación o la represión- conlleva el elevado precio de despojarnos de nuestra propia vitalidad y de desarrollar diversos personajes en nuestra sombra a medida que nos interrelacionamos con los demás.

La adopción inconsciente de las cualidades de uno de nuestros progenitores o de otra figura autoritaria -identificación- reduce el dolor que nos produce la separación y la pérdida, como un recurso para defendernos del sentimiento de separación y vulnerabilidad. 

El niño que exclama orgulloso ser tan listo como su papá muestra la asimilación de los valores del padre como defensa por sentirse torpe y desvalido. 

Pero cuando se convierte en adulto, el niño desvalido puede permanecer vivo en su interior sometido a los imperativos del padre simbólico, que le dicta cómo debe comportarse ante los demás para parecer importante, fuerte y productivo. 
Esa actitud que le ayuda a no sentirse insignificante le obliga a traicionarse a sí mismo, convirtiéndole en un adicto compulsivo al trabajo sacrificando su autenticidad en aras de la productividad. 

La identificación con el padre represor le permite sentirse poderoso, se convierte en un tirano para los demás proyectando sobre ellos su propia debilidad e insatisfacción. 

Cuando las defensas se desmoronan y la ansiedad comienza a irrumpir en la conciencia nos sentimos desbordados por el miedo. 
Entonces, para protegernos de la ansiedad adoptamos la conducta de un estadio anterior -regresión- obligándonos a ir hacia el pasado, hacia una etapa infantil protectora, inhibiéndonos con ello de nuestra responsabilidad como adultos y buscando ser protegidos o cuidados por otra persona a la que otorgamos el papel de madre. 

En tales ocasiones podemos renunciar a nuestra responsabilidad, ser incapaces de actuar independientemente, añorar un antiguo amor, sumirnos en la depresión o regresar literalmente a casa de los padres.


Podemos tratar de medicarnos -negación-, aturdirnos con el abuso de sustancias o alcohol, distraernos con actividades compulsivas, etc. 

La negación actúa como trampolín para la creación de personajes desgajados que se presentan en los trastornos disociativos o de personalidad. 
Esta ruptura extrema -disociación- ocurrida durante un trauma como una violación, desemboca en la creación de personajes que llevan vidas separadas y carecen de relación con el verdadero Si mismo. 

Estos son algunos de los mecanismos que originan estos personajes que, aunque viven más allá de los límites de nuestra conciencia, ejercen una influencia secreta y poderosa sobre nosotros, nuestros estados de ánimo y nuestras decisiones.


LOS ESCUDOS CON QUE TRATAMOS DE DEFENDERNOS: 
EL PODER, EL SEXO, EL DINERO, LAS ADICCIONES.

En cuanto vamos creciendo, los personajes de la sombra alzan sus escudos para defenderse y blanden sus espadas para atacar: el poder, el sexo, el dinero y la adicción, son los medios para proteger su identidad, compensar los sentimientos de vergüenza y defenderse de las nuevas heridas. 

En principio esos personajes tratan de subsanar sus sentimientos de debilidad, inferioridad, incompetencia e impotencia, en suma, su miedo a no existir, recurriendo para ello a la violencia, el abuso verbal, el control emocional o negando el amor y la aprobación.


El ego va haciéndose cada vez más poderoso, apoyándose en su estatus, autoridad o fama mientras está inhibiendo la auténtica voz del Si mismo. 
Utilizando el poder del ego los personajes de la sombra convierten el arquetipo del poder en un complejo, en un demonio insaciable, que no solo nos despoja de nuestra autenticidad y poder sino que nos pone a su merced.

Es necesario distinguir entre dos tipos de poder, 
(1) el poder auténtico -la capacidad y disposición de escuchar la voz del Si mismo- el cual nos da realmente la fortaleza, y 
(2) el poder inauténtico -que dimana del ego y no hace más que reforzar las estrategias de defensa. 

A veces, las expresiones del poder auténtico pueden asemejarse a un viaje que asume la forma de una manifiesta incapacidad para adaptarse a una autoridad externa. 

Es necesario distinguir entre el tirano, el ogro o la bruja interna, y el poder asertivo de la voz del Si mismo. Debemos aprender a utilizar el poder sin que nuestros actos se conviertan en una imposición autoritaria.

En la mitología, Ares, dios del poder y de la guerra, se une con Afrodita, diosa de la sexualidad, lo cual nos dice que a veces, el poder y el sexo van de la mano, fortaleciéndose mutuamente.
Los personajes de nuestra tabla redonda interna utilizan también el sexo y el poder como un escudo para defenderse de la sensación de aislamiento, impotencia y falta de atractivo.

Las sombras del sexo impregnan todas nuestras relaciones íntimas. 


No es de extrañar que el personaje de la vampiresa seductora oculte un profundo rechazo al propio cuerpo o que el donjuan trate de seducir a todas las mujeres que se le presentan en un intento desesperado por sentirse joven y poderoso ocultando su miedo a la inseguridad y a la intimidad.


Los personajes de nuestra tabla redonda interna pueden utilizar también el dinero para alimentar una imagen opulenta de sí mismos y aumentar así su autoestima. 
El dinero también tiene un origen arquetípico. 
Adoramos el dinero como un falso ídolo y sacrificamos a las personas más queridas por su causa. 

La palabra moneda deriva de la diosa romana Moneta, la cual es una de las caras de Juno, la diosa madre protectora de Roma, de las mujeres y del parto. 

Como diosa de la fertilidad Juno Moneta es la madre del dinero y de la riqueza. 
En la actualidad el dinero es un poderoso símbolo de la trasmutación, de convertir una cosa en otra, el oro en materia: ropa, casa, placer, viajes, estatus. 
Pero el dinero también alberga sombras, significados ocultos y fuerzas desconocidas. Constituye un asunto turbio relacionado con el sentimiento de dignidad. Vive en las sombras de nuestra vida, en la codicia de nuestros yoes.

Los personajes de nuestra tabla redonda también utilizan las adicciones como un escudo con el que amortiguar el dolor que genera un personaje rechazado y huir así de los oscuros sentimientos que suscita. 
Cumplen con una función de camuflaje, para ocultarnos y protegernos de nuestras verdaderas necesidades que siguen siendo ignoradas. 
El demonio de la adicción asume formas muy diversas: drogas, alcohol, sexo.  Esconde un vació interior.


RASTREAR LAS RAÍCES CULTURALES 

DE LA SOMBRA

La sombra cultural constituye el contexto general donde se desarrolla la sombra personal y nos ayuda a determinar en una escala más amplia -política, económica, social, educacional, artística, mediática-, lo que está permitido y lo que se considera tabú.

Aunque el arquetipo de la sombra sea universal, su contenido siempre se halla determinado por el entorno cultural, -creencias, valores, lenguaje, mitos-, del grupo al que pertenecemos. La persona está dentro de una familia, ésta dentro de una cultura, que a su vez pertenece a una civilización, una época, etc., etc. 

La resultante de todas esas fuerzas y de los factores biológicos, termina articulando nuestra particularidad, el pacto que hacemos con el diablo y el expolio que sufre nuestra alma por parte de la sombra, perdiendo así el contacto con nuestra vitalidad, autenticidad y energía original. Pero este tesoro perdido retorna, cuando el personaje exiliado, en los límites de su conciencia se enfrenta con el lado oscuro.


LA SOMBRA COMO REDENTORA. 

DESCUBRIR EL TESORO QUE SE 

OCULTA EN EL LADO OSCURO.

Hacia el final del relato de Goethe, Fausto es dueño de toda la tierra que alcanza su vista a excepción de una pequeña parcela perteneciente a unos ancianos campesinos. Cegado por la codicia Fausto ordena a Mefistófeles que conquiste esa tierra por la fuerza.

Según Jung, Mefistófeles no solo encarna el lado oscuro de Fausto, sino también su energía, vitalidad e imaginación. 
Sin él, Fausto se encuentra seco, insensible y muerto. Al hablar con él, sin embargo, Fausto puede resucitar. Así, aunque muestre la apariencia de un judas, al final, Mefistófeles es su salvador.

Cada uno de nosotros debemos enfrentarnos a ese ogro oscuro que tenemos dentro. 
Ello nos puede llevar a renunciar a las apariencias en lugar de la autenticidad o a sacrificar la ostentación por la humildad, la renuncia a la ingenua inocencia por el conocimiento más maduro.  

En la medida en que vayamos haciendo frente a los miedos y vayamos reapropiándonos de cada proyección, nos hallaremos en mejores condiciones de vislumbrar el tesoro que se oculta en la sombra. 


La tarea no tiene fin y el tesoro es inagotable. Al abrazar el lado oscuro de la realidad nos convertimos como Lucifer en portadores de la luz. Abriéndonos al otro que llevamos dentro, al rechazado, al débil, al extraño, al despreciado, aprenderemos a aceptarlo y podemos transmutarlo, despertando a una vida superior. 


Empezamos a escuchar la voz del Si mismo y no tendremos que creer más en la magia porque ésta la llevamos dentro como un poder propio.




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